Nayade Poblete es una santiaguina que de tanto frecuentar Linares persiguiendo amigos y la tranquilidad de estas tierras, ha terminado por radicarse aquí desde hace poco más de dos años. Trabaja en el Instituto Politécnico Irineo Badilla, puntualmente en el P.I.E, apoyando los procesos particulares que se llevan a cabo en esta institución educativa, sobre todo después de que admitieran estudiantes con “capacidades diferenciales” como ella los llama, pero también desde que un chiquillo atentara contra la vida de uno de sus compañeros, lo que hizo que la población del colegio se redujera en tres cuartas partes.
Nayade puede escribir en braille y habla un poco en lengua de señas. Sus habilidades con el lenguaje son supremas, tanto encanta que el día que la conocí duró en verdad dos días y medio en el que no pudimos parar de hablar y compartirnos ideas, videos, libros, ejemplos, historias y conocimiento que empezaron a construir una joven amistad.
Fué Ramón Cornejo el que me contactó con la Naya para que nos apoyara con un taller de transformación de bolsas plásticas a través de termofusión y tejido, en el Festibarrial de Yerbas Buenas. Entre los dos se traían algo más entre manos: se trataba de la Semana de la Inclusión, que consistiría en cuatro fechas de actividades en las que iban a propiciar en la comunidad un encuentro alrededor de las capacidades diversas y la inclusión. La primera fecha sería el INCLULAPALOOZA, festival de inclusión en el Instituto Politécnico, la segunda fecha sería la MUESTRA DE ARTE URBANO, dentro del mismo instituto y consistiría en una presentación de B-boy Checho, genio chileno del Break Dance, representante de la compañía Ill Abbilities, quien compartiría su historia de vida y nos regalaría una demostración de sus habilidades. La tercera fecha sería una INTERVENCIÓN DE ARTE URBANO en la Plaza de Armas de Linares, y la cuarta fecha sería la clausura de todas las actividades de inclusión con un WORKSHOP DE BREAK DANCE y cierre final en el Teatro Municipal de Linares.
En cuanto Naya supo lo que andábamos haciendo en Linares, nos propuso una instancia de cooperación que aceptamos gustosos y que decidimos corresponder desde el aspecto transmedia de nuestra residencia. Asistimos entonces al Inclulapalooza en el Irineo Badilla, donde además de apañar un poco con el montaje, propusimos las siguientes estrategias de transmedialización de las actividades: transmitiríamos en vivo la actividad desde la cuenta de facebook del Instituto Politécnico, compartiríamos historias y posteos de instagram y facebook desde las cuentas de cada uno de los involucrados, georeferenciando el instituto y etiquetando #inclulapalooza para construir dicha etiqueta con los contenidos que generáramos, compartiríamos historias desde la cuenta de @festibarrial2018 para aprovechar la nueva audiencia local, etiquetando a los artistas involucrados en las actividades, generando así más visualizaciones. Además haríamos registros fotográficos y en video desde los celulares de cada uno y diversas cámaras, que después pudieran editarse para generar un material más contundente y elaborado sobre el evento.
Nos quedamos maravillados por la potencia de esta actividad, por la belleza que implica la inclusión como poderoso concepto que deconstruye categorías que encierran a cosas y a personas: vimos al Checho con sus particularidades físicas bailando y materializando su máxima “sin excusas, sin límites”, contándonos las realidades de sus compañeros y cómo cada uno supera su discapacidad, sea de nacimiento o adquirida en algún momento de la vida. Vimos al MC Nacho, joven estudiante del Instituto, que recién empieza a relucir todo su potencial con letras que se potencian por su no-videncia. Vimos una orquesta donde armonizaban virtuosamente los ritmos de músicos con autismo y síndrome de down. Vimos cómo podían compartir con tranquilidad los estudiantes del Politécnico superando la historia de violencia que los estigmatiza, disfrutando de los saberes incluidos en este festival provenientes de otras tierras, de otras gentes, de otras dietas, de otras artes y que se podían experimentar a través de los stands de organizaciones y artistas que proponían experiencias participativas que iban desde pintar en caballetes, pasando por alimentación saludable, hasta pintarse las uñas y auto-maquillarse. Al final nos encontramos un grafitti colaborativo del amigo Wuatanaz que define muy bien un valor que atraviesa toda esta experiencia de inclusión: la VOLUNTAD, voluntad de la Naya, del Ramón y de todos los organizadores de este evento, de quienes tienen una discapacidad y son capaces de convertirla en otra-capacidad, y de los estudiantes del Politécnico que nos demuestran que pueden unirse para transformar su historia. Grandes lecciones de gestión colaborativa nos enseña Linares cada día.