Recuerdo que la noche que llegamos a Linares, la víspera del 7 de octubre de 2018, lo primero que hizo nuestra arrendataria fue intentar llevarnos a la Alameda para ver si alcanzábamos a ver lo que quedaba de la FLAC. No llegamos a tiempo pero nos enteramos ese mismísimo día que en este parque quedaba la Casa de la Cultura de Linares, cerrada hacía cuatro años. Este hecho, sin saberlo, sería determinante para el desenlace de nuestro trabajo colaborativo con la comunidad linarense.
Si bien este primer encuentro con la desarticulación cultural de la zona pasó desapercibido, luego empezó a ser un tema que emergía sigilosamente en conversaciones con líderes de la gestión linarense, tod@s clamaban la ausencia de un proyecto común que fuera una bandera de lucha y brújula de todos los actores culturales, e indirectamente hablaban de la ausencia de lugares físicos donde pudiera suceder una agenda recurrente.
A medida que nos involucrábamos en colaboraciones nos dábamos cuenta que El Espacio era una de tantas batallas que debían enfrentar los linarenses para darle cabida a su expresión cultural. La mayoría de las experiencias activadas por gestores culturales locales en las que colaboramos, creaban espacios sobre el espacio (público) y eran posibles en un marco temporal específico una sola vez en el año (Felina, SudacaTropical, Festibarrial, FLAC). Nosotros mismos, como visitantes/residentes temporales, padecimos la carencia y dificultad de acceso a los espacios, y no habríamos contado con ninguno de no haber sido por Casa Estudio Chaminade en Yerbas buenas, que nos sirvió de sede para las acciones que llevamos a cabo.
Fue una tarde primaveral, en la que nos encontramos por primera vez con Melisa para conocerla, que nos llegó como incitación-invitación, de manera clara y contundente, la propuesta de ´tomarnos la casa de la cultura´. Pero entre escucharlo y convertirlo en un hecho, tendría que suceder toda una residencia de arte colaborativo en la que sutilmente se irían generando los dispositivos para que lo hiciéramos entre todos.
La creación de la narrativa que los articulara no sería ajena al hacer que caracteriza a 12na (doceñar): desmantelar una pieza (prenda, objeto, idea, concepto) preexistente con una herramienta tipo tijera, desbaratador, cuchilla; para reconstruirle siendo otr@ permitiéndole mezclarse con fragmentos de otras piezas o encontrando una nueva versión de si mism@ que le introduce en un nuevo ciclo de vida. Deconstrucción también es otra manera de nombrar esta acción que no es ni destrucción ni reconstrucción. Es un trabajo sobre lo que ya está, a veces un trabajo sobre lo echado a perder (como nos lo indicaba el i-ching 18 al comienzo de esta residencia), pero siempre generador de nuevos sentidos, sin multiplicar al estilo capitalista la dimensión material.
Retomando, estos dispositivos operaron como (trans)medios que fueron registrando y transmitiendo un mensaje fragmentado que sería nuestro insumo para doceñar: historias de pobladores, leyendas urbanas, personajes improbables, datos de películas, cabos sueltos; canciones escritas de manera colaborativa, frases sacadas de canciones, de conversaciones, de audios de entrevistas, de videos promocionales, de chats grupales; convertidas después en ilustraciones, convertidas después en marcos de estampación para que pudieran ser estampadas en poleras, en papeles, en paredes y hasta en la piel; y articuladas a través de un acto colectivo en una fecha culmen: la primera FLAC del 2019.
Pasado el mediodía del domingo 6 de enero llegamos a nuestro lugar asignado en la Feria Linarense de Arte y Cultura (FLAC). Esta vez traíamos más banderines, camisas estampadas con letras que armaban preguntas, chablones para estampar in situ, tintas de muchos colores, pulpos de tela construidos por personas en otras experiencias 12na que también reflexionaban sobre la educación y la cultura; y con todo esto creamos un espacio llamativo que invitara al público a hacer, a decir y/o a simplemente estar compartiendo y conversando. Tener el escenario contiguo era una manera simple de atraer miradas y hacer que las personas pasaran por el lugar. Y cuando los bailarines de breakdance llegaron y empezaron a bailar, el público se desplazó para la zona, convirtiéndose a su vez en audiencia para la proyección de video que seguiría a continuación: Música Reciclada surgida colaborativamente entre los Proyecto Rama, Charlie Checkz y 12na. Frases se estampaban en poleras, en pantalones, en los brazos, en cuadernos. Personas se atrevían a escribir en un papelógrafo alguna reflexión alrededor de la pregunta SI LA CULTURA ESTÁ EN LA CALLE, QUIÉN ESTÁ EN LA CASA? Y así todo cuanto se decía, hacía y compartía, hacía sentido en el contexto donde sucedía, incorporándose en la memoria de quienes participaban de la experiencia, pero también en sus cuerpos a través de la ropa.
Del instituto Cultural Margot Loyola Palacios, como se llamara dicha casa de la cultura, queda una cuenta en facebook, varios empleados públicos trabajando desde el interior del teatro municipal, una programación que según la encargada de esta dependencia no es muy taquillera, y un monumento al abandono que mes a mes recibe con las puertas cerradas (en cada FLAC) a quienes le dan sentido a su existencia, totalmente desamparados por las políticas culturales municipales. Pero también queda flotando en el aire y sobretodo en las memorias de quienes acudieron aquel primer domingo de enero, la posibilidad real de alinearnos para tomarnos el espacio, para compartir la reflexión por el espacio en un espacio significativo para la comunidad con la que habíamos trabajado en Linares.
Con la frase que titula esta bitácora siendo portada en los cuerpos de varios linarenses a través de sus prendas, termina un capítulo (quizás no el último) de esta residencia.