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Residencia: Confines, donde navegan los tiempos… Cabo de hornos - Puerto Williams, Magallanes y Antártica - 2017 Residente: Viviana Silva Flores
Publicado: 1 de septiembre de 2017
Llegar al fin del mundo… o al inicio, según como se mire.

Llegar al asentamiento urbano más austral del mundo es sin duda toda una experiencia. El viaje es largo y, vengas de donde vengas, siempre hay que hacer escala en Punta Arenas, una ciudad amable en la que podemos coger avión o ferry para llegar a este bello lugar. En mi caso, esta vez el viaje fue en avión, en la única aerolínea que viene hasta acá.

El vuelo en este tramo es corto pero impresionante, ya que desde el aire vas observando la cordillera desmembrada, toda nevada, que se hunde y emerge entre brazos de mar. Una vez pisas tierra, Puerto Williams se asoma con sus pequeñas casas brillantes en medio del mar y la montaña. He tenido suerte porque la isla me ha recibido con sol, igual que la primera vez que vine en julio, cuando hice el primer reconocimiento del lugar en que estaré estos tres meses de residencia. Pero cuidado, este sol si bien ilumina como ninguno, de ahí que con él todo brille, este no calienta nada. El aire frío aquí no cesa; constantemente te golpea la cara. Además, cada dos por tres, cae agua nieve, recordándonos en qué lugar del mundo nos encontramos.

Puerto Williams es un lugar especial, cargado de historias, de capas de historia… Poblado desde hace más de 6.000 años por yaganes, sus primeros navegantes quienes dominaban este clima adverso, hoy cuenta con variedad de habitantes. Por un lado, está la comunidad yagán que aún vive, con su cultura y tradiciones, así como sus disputas y problemas pese a que muchas veces nos enseñen lo contrario y, ellos como pueblo sean negados. Por otro, la isla es habitada por muchos/as chilenos/as que han venido hasta aquí por trabajo y/o porque aman su tranquilidad y calma, muchos/as de hecho son chilotes y chilotas quienes parece que desde el año pasado me acompañan. También hay huilliches, quienes se agrupan y conforman una cálida comunidad y, por supuesto, está la Armada, que desde la década del 50’ habitan Navarino y todo el Cabo de Hornos haciendo soberanía en esta tierra austral.

Dos días tardé en llegar desde Santiago a este lugar, pero al fin ya estoy instalada en la cabaña que será mi nuevo hogar. Desde su ventana, veo el agua nieve caer… Parecen plumas, miles de plumas que suavemente cubren el césped y los árboles sin hojas que hay afuera. Mis manos tras un día ya están rotas, el frio las parte… pero en casa el fuego y el sonido del viento, me acompañan.

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