Cuando conocimos a Andrea, lo hicimos en un contexto donde aún pensábamos que esta residencia se trataría de 12na colaborando con CECREA. Desde allí pensaríamos posibles vínculos entre el trabajo que ella realizaba y el que nosotr@s levantaríamos en la población Yerbas Buenas. Como ya hemos contado, todo esto se vio truncado en diversas maneras, tanto para ella como para nosotras. Sin embargo, existen coincidencias hermosas que van demostrándonos que aun cuando nuestro organigrama diga una cosa y la burocracia o la pared-lluvia de ideas digan otras, las cosas de alguna manera se articulan y confluyen para generar eso que llamamos (y de maneras tan diversas) colaboración.
Hoy asistimos a la Escuela Básica de Palmilla, localidad ubicada a unos 20 km de Linares, donde junto a Andrea y algunos profesores, profesoras, niñas y niños, invocamos el espíritu Nakama que ya hace casi un año habíamos dejado allá por la Isla Santa María, en nuestra residencia anterior. Esta vez, eso sí, no éramos piratas de la vieja Europa en busca de los antiguos Nakama, sino buscadoras de sirenas del trópico y el pacífico, que venían siguiendo el rastro de una sirena en la región -que según la leyenda contada por los mismos niños y niñas de este particular curso- había salido del río en forma de vaca y no habría podido regresar a él, debido a la alta contaminación y amenazas de hidroeléctricas que enfrentan estos espacios en la zona ( y pues, digámoslo bien, en Chile entero).
El concepto Nakama, de la misión colectiva por sobre los intereses individuales, la protección del medioambiente y la necesaria gestión eficiente de residuos, resurgió como si nunca hubiésemos dejado de hablar de aquello. Como si todas las islas y las escuelas rurales estuviesen conectadas por la misma energía, las mismas ganas de imaginar un mundo fantástico de leyendas y juegos donde todas encontramos un lugar. Excusas para salir a recorrer la naturaleza, tirarse al lago sin permiso, correr libremente y esconderse entre los árboles, si también, pero qué buenas excusas.
Una ceremonia Nakama, con su respectiva entrega de pañuelos Nakama, seguida de la fabricación de herramientas Nakama y una expedición Nakama, abrieron un día perfecto. De esos en los que una reafirma con todas las fuerzas de la historia, que haría todos los viajes del mundo -y rellenaría todos los informes del mundo- para poder abrir ventanas como estas, donde niñas, niños, adultas, vacas, leyendas, islas, piratas, caminos y risas confluyen alrededor de una laguna en medio del bosque, intentando generar el silencio necesario para lograr escuchar el sonido que hacen las sirenas al llegar.