Ser mujer y pertenecer a un pueblo originario genera doble discriminación, indican acá en Puerto Williams las diversas mujeres originarias de los pueblos huilliche y yagán que se reunieron en el marco del Primer Encuentro de Mujeres Indígenas de Cabo de Hornos. Este encuentro, convocado y organizado por la propia agrupación mapuche-huilliche de Williams, fue una actividad altamente reflexiva en el marco del día de la mujer indígena, en la que pude participar como oyente invitada por su presidenta Jeannette Alvarado, a quien agradezco esa fantástica posibilidad de estar.
Esta primera instancia de reunión y encuentro, acompañada de mucha comida y bebida, como les gusta hacer aquí, sirvió para que por primera vez las mujeres indígenas que habitan este rincón de Chile se agrupasen a conversar y dialogar en torno a sus problemáticas locales en un intento por unificar visiones para mejorar las condiciones de ambos pueblos. Si bien en Puerto Williams hay también una familia kawesqar y una diaguita, que ellas consideran parte de todo lo que se pueda hacer y conseguir en términos político-sociales locales, como agrupación lamentablemente no se pueden considerar por no alcanzar la cuota mínima de participantes que se requiere para poder agruparse. Sin embargo, en todo momento fueron consideradas estas familias por las mujeres del encuentro, aunque ellas no estaban, lo que muestra una altura de miras y solidaridad humana de la que muchas, chilenas y chilenos, debiésemos aprender.
Entre las cosas que se dijeron en este encuentro, está el que en una sociedad tan patriarcal como la nuestra, en la cual sabemos que a las mujeres nos discriminan (las leyes son hechas por hombres y para hombres, principalmente), si ser mujer ya es difícil, ser además indígena, genera una doble discriminación. De ahí que comentaban, por ejemplo, que antes acá en Williams no se podía decir que uno era yagán porque hasta hace poco te trataban de indio con desprecio y a ellos y ellas les daba vergüenza. De hecho, una de las causas de que el idioma yagán se esté perdiendo al no haber sido traspasado de generación en generación, está ligado a esa sensación de vergüenza que sentían y que provocó que las familias dejaran de usar su propia lengua. Hoy en día en cambio, felizmente eso ya no es así. Los niños por ejemplo en el jardín, dicen que son yaganes y ya nadie siente vergüenza, lo cual es un tremendo avance. De igual manera, los niños que son mapuches también aquí lo dicen y se sienten orgullosos de ello, lo que muestra una apertura y una cierta conciencia de respeto por parte de la comunidad en su conjunto, hacia el reconocimiento de nuestros pueblos. De ahí que las mujeres que se manifestaron indicaron que ellas también se sienten orgullosas de ser parte de un pueblo originario, pues en Williams al menos, ya se superó esa discriminación que por tantos años abundó. Sin embargo, manifiestan que en otros lugares de Chile la cosa lamentablemente no cambia, sobre todo cuando tienen que encontrar un trabajo. Es ahí uno de los momentos en que vuelven a sentir esta doble discriminación de ser mujer e indígena mencionada en un principio.
Tal vez sería bueno, que en el marco de esta residencia, esta discusión y problemática la pudiésemos tener también entre quienes estamos trabajando, de manera de ampliar la reflexión y las miradas respecto a un problema que está muy presente en nuestro alrededor y que a tod@s nos toca. Especialmente en este momento en que al pueblo-nación mapuche, nuevamente se le acusa y hostiga, lo que vemos diariamente en los medios de comunicación. Y más, cuando estamos residiendo en un lugar precedido por yaganes, los nómades del mar y primeros habitantes de acá que, aunque en ocasiones se diga en el centro de este país que ya no están, esto lo debemos desmitificar. Pues ellas y ellos viven, habitan y siguen presentes entre nosotros los mestizos, que mucho de todos nuestros pueblos ancestrales creo que tenemos y mucho debemos aprender.