Navegar por la comuna de Cabo de Hornos tiene para mí, varios significados.
Por un lado, implica navegar entre las diversas agrupaciones y comunidades de este remoto lugar. Tiene que ver con el encuentro, con empezar a conocer y a inmiscuirme entre sus habitantes, sus formas de organización y su cotidianeidad. En estos días, ésta ha sido una navegación constante llevada a cabo de reunión en reunión, de visita en visita, de presentación en presentación. Por otro lado, implica navegar como tal y para mi alegría, esto, que parecía algo difícil y lejano ya ha empezado.
Nos hemos ido a Bahía Douglas a ver a don Segundo, quien vive solo en este lejano punto. Bueno, solo no, pues vive acompañado de sus seis o siete perros, sus vacas y caballos. Para ir hasta su hogar no queda otra que subirse a una lancha, pues es imposible vía tierra llegar.
El viaje, tarda más de dos horas por el Canal Murray, aquel que antaño navegaban día a día los yaganes en medio de islas, cerros y montañas. La cordillera desde el lado argentino se asoma majestuosa a lo largo del canal y nos saluda. Las trampas de centolla están puestas por todo el camino y una serie de pequeños barcos aparecen, de vez en cuando, recogiendo la pesca de este codiciado marisco. El clima en este viaje nos acompañó con un bonito día y por ello tuvimos una excelente navegación, no exenta sí, como siempre, de un viento congelante que me demostró que mis guantes no son adecuados para navegar.
Tras la visita a don Segundo, quien nos recibió con sopaipillas y su “duro calor”, nos dispusimos rumbo a Caleta Wulaia, un desvío que no estaba inicialmente contemplado pero que, para mi alegría, surgió. Wulaia es uno de los lugares que más soñaba poder conocer por su historia y significado y, por lo mismo, merece una entrada aparte. Así que, retomando con este viaje y con don Segundo, este hombre fuerte que vive tan lejos y tan aislado en nuestro país haciendo patria, conocerlo e intentar comprender que se puede vivir así, me llevó a otras navegaciones, esas que implican navegar por el interior y que se sumaron a las que llevo viviendo estos días caminando por Puerto Williams.
Y es que estar aquí es empezar a conectarse con uno, con su yo, poco a poco con cada rincón. Es observar la calma de la vida, la quietud e intensidad de la respiración. Es observar el mar y la cordillera bañados por un halo de sol, brillando, mientras el viento polar te golpea…