Es el último sábado con las Hilanderas. Después de varios días con sol, hoy se dejó caer la lluvia ¡incluso con granizos! Llevamos todos los materiales para que podamos rellenar las muñecas chilotas. Con Camisetas de panty, plumavit y la estructura de madera, comenzamos a trabajar. Mientras algunas se preocupaban de la parrilla y la comida que haríamos para celebrar esta finalización, otras estaban terminando de vestir a las muñecas. Era evidente la alegría de las Hilanderas al verlas terminadas: se tomaban fotos, trataban de ponerlas de pie, daban más ideas acerca de ponerles más accesorios, en fin, estaban felices y nosotros/as también.
Este proyecto comenzó con 12 mujeres pertenecientes a las Hilanderas, y llegaron a la finalización 11 de ellas. Para nosotros/as es una gran satisfacción saber que casi todas se comprometieron con el trabajo del tejido, nos compartieron sus saberes y los pusieron en práctica, pero ¿qué sucedió con la Hilandera N° 12? No daremos su nombre, pero ella era una de las más entusiastas al inicio del proceso. Junto a otra hilandera eran quienes motivaban al resto y daban ideas y aportes respecto a la organización. Era quien llegaba de las primeras, iba a buscar agua a la vertiente para poder tomar el mate, quien ayudaba barriendo al cerrar las jornadas…era una mujer muy poderosa, proactiva y creativa. Participó de 3 sesiones y luego no asistió más. Las coordinaciones semanales se hacían el día anterior o el mismo día de la jornada, cada una recibía una llamada personalmente para confirmar su asistencia y a ella, como a una más, la llamamos todas las sesiones hasta que terminó el proyecto. A la cuarta sesión nos dijo que estaba ocupada, la siguiente que no podía, a la tercera decía simplemente que no iría ese día, pero nunca nos comentó que no asistiría más. Por ciertos comentarios que recibimos, llegamos a la conclusión de que había tenido un problema con su marido, quien quizá no estaba de acuerdo con nuestra presencia en la sede, o alguna otra razón.
Desde el principio supimos que en la isla se vivía mucho machismo, que se conocían muchísimos casos de violencia intrafamiliar, abusos, incesto, alcoholismo, etc. Es por esta causa que siempre planteamos el trabajo siendo conscientes de este contexto, que nos podría impactar mucho pero que es una realidad en los contextos rurales en Chile, y que en base a esto debíamos trabajar con las mujeres. Ellas tienen poder, ellas están empoderadas, ellas trabajan la tierra, cuidan a los hijos/as, las plantaciones y los animales, van a mariscar, cocinan, cuidan a familiares enfermos ¡y además tejen! El hecho de que asistan cada sábado a juntarse, contarse sus penas, conversar y tejer es un triunfo en este territorio, un cerco que ellas mismas fueron corriendo, un espacio que disputaron quizás con cuánta pelea en la casa. Más allá de la obra, más allá de lo que hicieron y los resultados, el solo hecho de que lograran organizarse como mujeres Hilanderas, de ganarse ese tiempo y ocupar la sede (que por lo general se usa para festejar campeonatos de fútbol o rondas médicas) es romper la barrera de la opresión hacia las mujeres. Ellas saben lo que necesitan y lo buscan, no es necesario que les enseñen a “empoderarse”, ellas lo tienen muy claro y lo hacen a su modo. Estamos felices con que hayan llegado las 11 Hilanderas hasta el final, y confiamos que serán ellas quienes de a poco acompañen a la Hilandera n°12 a correr su propio cerco.