La lluvia nos levanta en la mañana y decidimos realizar trabajo de mesa y planificación de actividades mientras desayunamos. Luego, cuando la lluvia amaina un poco, salimos a los caminos embarrados dispuestos a conseguir un viaje hacia Hualpin, donde continuamos nuestras visitas a la comunidad de adultos mayores.
Conseguimos subirnos a un vehículo municipal que va recogiendo gente en las postas locales, en diferentes comunidades, y tardamos 2 horas en llegar a Hualpin. Cuando llegamos finalmente al pueblo, se larga a llover otra vez y debemos guarecernos bajo techo. Continuamos así el jueves con más trabajo de mesa, alternando entre el trabajo creativo y lo administrativo.
La mañana de hoy, viernes, vimos por fin la luz. Desde temprano el cielo estaba azul y completamente despejado. Luego, cuando fuimos a visitar a la señora Guillermina y su esposo Gerardo, las nubes comenzaron a aparecer otra vez.
Entramos en la casa e inmediatamente nos sentimos bienvenidos, como nos suele pasar en cada casa que entramos desde que llegamos a la comuna. Grabamos una larga entrevista entre mates y pan dulce, donde la historia social, política y emocional se cruzaban con tanta frecuencia como el sol pasando bajo las nubes, creando un ambiente de constante cambio, donde la luz y la sombra se posaban alternadamente sobre la mesa y el humo que se levantaba desde la cocina.
Pasadas las 12 (dada por la alarma de los bomberos) cuando la entrevista avanzaba y llegaba casi a su fin, Don Gerardo nos habló de un romance que acostumbraba él a cantar en mapudungún. Una historia sobre mujeres que soñaban con aves y que cada ave traía una distinta premonición. Entonces, Don Gerardo cantó.
En la tarde, como es costumbre los viernes, realizamos nuestras Onces de Cine, donde proyectamos la película de animación francesa La Tortuga Roja. No tuvimos tanta afluencia de público como la última vez, pero pudimos tener un pequeño espacio de conversación al final de la película. Una de las niñas espectadoras habló fluidamente sobre la película, destacando detalles y articulando reflexiones que de verdad me sorprendieron. Jamás he subestimado la inteligencia de los niños pero, creo, uno nunca deja de sorprenderse. Y qué bueno que así sea.