En Puerto Williams existe un hospital naval y uno civil. Este último, que es al que tod@s podemos acudir, lleva el nombre de la Abuela Cristina: Hospital Cristina Calderón. Es un edificio nuevo muy grande, que parece muy moderno y acondicionado, pero en realidad, no funciona como hospital pues no tiene equipamiento para operar, no tiene especialidades médicas, ni pueden atender fracturas por ejemplo, y en él, ni siquiera pueden realizarse partos, pues no tiene maternidad. Por ello, en realidad es un centro de atención primaria con nombre y tamaño de hospital. Y, por lo mismo, nadie, o casi nadie, se puede decir que es nacido en Puerto Williams, pues todas las mujeres tienen que ir a parir a Punta Arenas, viajando un tiempo antes a instalarse allí. Un tema que al parecer solo a las mujeres les afecta, una vez más, pues ellas insistentemente lo manifiestan, aunque el viento sus voces se lleva…
Por otro lado, que este hospital no sea hospital implica también que, si uno tiene un accidente que requiera algo más que un poco de suero y una aspirina, o alguna enfermedad de gravedad, tiene que ser evacuad@ inmediatamente vía aérea, lo que significa que siempre pasa mínimo un par de horas para que puedan tratar tu problema. Imaginarán que por esto, aquí nadie se puede poner mal, pues si te da un infarto, ya me contarás…
Hoy estuve una vez más con la Abuela Cristina que da el nombre al hospital. Ella es la última hablante nativa yagán que vivió y habitó bajo la cultura y tradiciones de su pueblo. Nacida en esta isla en Robalo, cuando no habían normas sobre cómo y dónde parir, es considerada por el Estado como un “Tesoro Humano Vivo” lo que quiere decir, en su caso, que ella es cultora de un patrimonio cultural inmaterial que hay que salvaguardar por ser portadora de un saber o saberes de alta significación para el país y su comunidad local, o algo así se supone.
La Abuela tiene casi 90 años y tiene este reconocimiento desde el 2009. Desde que vine a Puerto Williams en julio y, sobre todo, desde que llegué aquí en septiembre, cada ciertos días voy a Villa Ukika, el lugar donde ella vive para verla. Aunque cada vez que voy me dice que no se acuerda de mí, ella siempre me sonríe, con esa mirada dulce que arrugan esos ojitos puros y brillantes que tiene. Es más, apenas me acerco a su casa me invita a pasar y conversar hasta que, después de un rato, algo la hace recordar que de algún lugar me conoce. Katerina, una chica de aquí de Puerto Williams que se vincula con el pueblo yagán, dice que me tiene “buena”, que algo bueno le provoco porque ella no se suele “dar”. A mí me emociona que me diga eso, pues la verdad que yo también lo siento, y me da alegría que sea así pues para mí era un sueño poder conocerla. Cada vez que estoy con la Abuela, me cuenta algo de su vida y de su día a día. También me muestra sus tejidos y hablamos sobre ello. El otro día incluso, me regaló un canastito!!! un canastito de junco, que me llenó de ilusión y alegría. De hecho, me emocioné tanto que casi lloro abrazándola y agradeciéndole tan bello regalo que ella hizo con sus propias manos.
Hoy en la visita que le hice salí preocupada y un poco triste. Me contó que nuevamente ha estado enferma, que dos días seguidos tuvo que ir de urgencia al hospital en el que sin embargo, no le pudieron decir que es lo que tiene (o podría tener). Así que, para que la puedan atender completamente, tendrá que viajar con sus casi 90 a Punta Arenas para que la vean. El problema, además del viaje, es que antes tiene que esperar a que la llamen y le den cita, es decir, que puede pasar un mes, o dos, o tres o más, hasta que le avisen que ya puede viajar. La otra opción, es ir y pagar una consulta privada, pero, aunque muchos no lo saben, ella no tiene los recursos económicos para ello ni recibe las ayudas que muchas “malas lenguas” comentan. Me pregunto, si ese es el trato y el derecho a la salud de nuestros considerados tesoros vivos, que queda para el resto de las y los chilen@s promedio. ¿Cómo es posible que se permita que una mujer a su edad no reciba a tiempo la atención sanitaria necesaria? ¿Y qué no tenga facilidades de acceso a ello?
Pero claro, cuando en el país o en la región tienen que hacerse la foto con la mal llamada “última yagán”, todas las autoridades, políticos y demás están listos y atentos a sonreír al flash. Pero cuando se trata de hacer algo por ella de verdad, ahí está la Abuela: sola, tejiendo sentada en su sofá.
P.D.1: Digo mal llamada última yagán, porque el pueblo yagán existe y habita todavía este lugar. Hoy por hoy, continúan naciendo descendientes que, aunque algunos no sean “cien por ciento puros”, pertenecen igualmente a este pueblo originario. Además, ¿quiénes somos cien por ciento puros de algo?, ¿no hemos sufrido tod@s el proceso de mestizaje en nuestros cuerpos?
P.D.2: No subo fotos de la Abuela porque no le he hecho. Tras tantos años de tanto flash, de tanta cámara y de en cierta medida, ser tratada como un objeto, a la Abuela no le gusta que le hagan fotos y si le hacen, cobra por ello. Además internet está lleno de imágenes de ella.
P.D.3: Si necesitas que te evacuen de Puerto Williams y no tienes salud pública, es decir, tus cotizaciones de FONASA al día, la evacuación tiene un precio de entre 5 y 7 millones de pesos me han dicho alertándome las autoridades y personas de a pie locales, una y otra vez, desde que supieron que venía a residir aquí. Millones que debes pagar por supuesto, antes de poder subir al avión y que te puedan llevar de urgencia al hospital.
*Las fotos son: mi canastito de junquillo, el Hospital, la Villa Ukika y Robalo.