Estos últimos días han sido especiales ya que las cosas mejoran. Desde que llegó al proyecto Pamela y José hemos avanzado muchísimo en la instalación, reuniéndonos casi a diario. Además, he tenido varios encuentros con los pescadores, a quienes finalmente, la obra les llega más directamente y, tras ver lo que estamos haciendo se han motivado, proponiendo y cediendo un espacio en el puerto pesquero para que coloquemos la obra que estamos haciendo. También nos han cedido más trampas para que podamos elegir las mejores. Ricardo, un pescador de Punta Arenas que lleva años trabajando y medio viviendo aquí, ha sido uno de ellos. Y desde la administración de los pescadores, nos han ayudado en varios temas técnicos. Sumado a ello, la Municipalidad se ha comprometido con darnos iluminación. José Alfredo y Anselmo con ayudarnos en la conexión. Don Héctor nos prestó su máquina soldadora y ayer, a José le llegaron en el barco sus herramientas (que siempre nos faltaban para los encuentros) así que, con todas estas pequeñas acciones y colaboraciones al final, ¡la cosa marcha!
Por otro lado, la Abuela Cristina me está enseñando a tejer cestería yagán, y esas horitas con ella, me calman el espíritu. Estamos tejiendo con junquillo un pequeño canastito, lo cual de verdad me anima pues además de tener el honor de vivir esta experiencia y de aprender de ella, puedo, en ese tiempo del tejido que tanto amo, conocer sus historias antiguas y nuevas, intentar comprender algo más sobre la visión de la vida yagán, compartir y conversar con la Abuela. La idea además es que parte de esta forma de tejer, propia de su cultura, la podamos incluir de alguna manera en la obra, pero hay que ver si vamos a poder. De todas maneras, sólo estar con ella como decía, a mí me da fuerza.
Además de todo ello, hemos estado con Matías grabando varias entrevistas para el video final, pues la gente ya nos va conociendo más, por tanto aceptando ser parte de todo esto y colaborar. De pronto pareciera que todo va andando. Esto ha provocado que me anime, al menos a ratos porque, aunque yo crea que ya estoy bien, mis ojos al parecer delatan lo contrario. Eso me dijo el otro día la señora Julia cuando nos reencontramos.
Julia González, una de las mejores artesanas del pueblo yagán quien de hecho es portadora y gran conocedora de su cultura, tejedora innata que cuenta con el sello de excelencia en artesanía, de sólo verme unos minutos el otro día, me sacó el rollo interno que estoy viviendo en Williams. La sabiduría y sensibilidad de Julia me sorprendió, pues en minutos fue como si me hubiese leído el alma… Lo bueno de todo esto es que al final estamos uniendo fuerzas, los habitantes van colaborando y la residencia, con sus altos y bajos, va andando.