Nicole Rozas
Somos más de cuarenta, diversos espacios están siendo activados en el área de la cultura desde la premisa de la participación. El arte colaborativo se plantea como un espacio abierto a las ciudadanías en donde el relato se construye transversalmente. El artista y su obra se permean con la localidad en donde se encuentran inmersos y en conjunto con las personas dan paso a la conformación de hitos simbólicos que buscan permanecer y rescatar la cultura material e inmaterial del lugar desde instancias horizontales con la comunidad.
Nosotros, desde el registro editorial y documental, compartimos, construimos y difundimos. Dejamos vestigio de la palabra latente y la imagen contemporánea de una localidad que más allá de ser una tierra minera de molinos y majadas. es un espacio en donde aún persiste la vida en comunidad, el trato directo y la escala humana en cada uno de sus espacios.
De esta misma forma, otros dos grupos de artistas están generando actividades y levantando contenidos en la región de Coquimbo en el marco de estas Residencias de arte colaborativo, experiencia que se replica al mismo tiempo en las quince regiones del país. La primera semana de noviembre salimos de Punitaqui y fuimos a Los Vilos, durante dos días observamos directamente el trabajo llevado a cabo por Amalia Pascal, artista que desde mediados de agosto hace ocupación de la Casa de la Cultura de dicha ciudad.
Llegamos el viernes 3, día en el que se realiza el Malón en la casa. Amalia junto a su colaborador afinan los últimos detalles, decoran el techo con maniquíes de alusa que realizaron los alumnos del liceo, tensan hilos y prueban equipos, alrededor de las 17:00 hrs. empiezan a llegar los músicos. Los invitados de honor son los niños del Centro de Estudios Musicales, más de una decena de quinceañeros con una personalidad y destreza musical desbordante habitan el lugar.
Empieza la ocupación del espacio, en la ciudad flotante poco a poco aparecen estructuras creadas con bombillas y masking tape: gaviotas, líneas de trenes, muelles y mastodontes, en los muros se leen preguntas a lugares icónicos de la ciudad. Suenan los primeros acordes, los protagonistas innegables de la jornada fueron ellos, musicalizaron, cantaron, construyeron concentradamente estructuras y les preguntaron a su ciudad. Nosotros incluimos en su relato nuestras historias, proyectamos los fragmentos del documental y armamos una mesa editorial con ocho fanzines que describen Punitaqui, al día siguiente se realiza la feria organizada por Servicio País, donde seguimos compartiendo el material y Amalia continúa con su trabajo del día anterior.
Este cruce de experiencias ayuda a generar un espacio común desde las prácticas que hemos llevado a cabo, releer desde el trabajo de otro nuestros modos de construir, encontrar los hilos que nos unen y re valorar las oportunidades que ha generado esta experiencia. Las tramas sociales que hemos logrado que habiten la casa de la cultura, los nexos y colaboradores que se han presentado en el camino, vivir el proceso como construcción de obra continua. En Punitaqui nos esperan las tejedoras, los vecinos y los niños-amigos.