Nos levantamos a las 5.30 am para ir a tomar el único bus diario a Putre, que nos deja en la entrada de Socoroma, denominado El Alto, punto donde se ingresa camino a la comunidad. A las 7 am partimos en el bus, aún no amanecía en Arica. Avanzando por la carretera pudimos observar en el desierto grandes pictografías sobre la tierra, geoglifos representando animales y figuras humanas, pasamos por el Valle de Lluta, observando su vegetación en relación a lo árido del desierto, aún la camanchaca bañaba los cultivos del valle. Nos cuentan que todas las mañanas amanece así en la costa, cuestión que corroboramos en el viaje anterior.
Subiendo por los cerros en una angosta carretera nos adentramos en la neblina, por las ventanas se ve todo blanco, estamos dentro de la niebla. Avanzando el bus, comienza a despejar, y vemos los primeros rayos de sol sobre el desierto, vemos configuraciones rocosas en el paisaje, observamos especies de cactus llamados «gigantes» endémicos de esa zona en particular. Posteriormente, se empiezan a divisar vestigios de corrales y poblados ancestrales sobre los cerros, la geografía cambia constantemente a medida que el bus avanza, el paisaje ya no es desierto, entramos en la precordillera, suelos rocosos y vegetaciones esporádicas. Ya en los 3.000 mts. de altura, llegamos al Alto.
Bajando del bus, nos encontramos con un caballero delgado y alto, que llevaba una bolsita en la mano, quien nos contó que él es de Socoroma y rápidamente nos dijo que lo siguiéramos en una acortada de camino por los cerros hacia el pueblo, nos pareció muy simpático y como el camino era en bajada pensamos que sería interesante conocerlo, además, habíamos olvidado preguntar a nuestros contactos para el aventón por los 4 km al pueblo. Comenzamos a caminar por las piedras y cactus intentando seguirle el paso al caballero, quien de un momento a otro ya iba cerro abajo, prácticamente corriendo, nos sonreía y nos gritaba que fuéramos. Nosotros con las mochilas y bolsos, casi no podíamos ver donde pisábamos y a pesar de ser en bajada, la altura se sentía fuerte. Decidimos abortar misión y dejar esa hermosa ruta para una próxima vez menos cargada. Llamamos a Ely, la encargada del hospedaje quien contactó a un amigo al tiro que nos fue a buscar al camino.
Llegamos al hostal donde nos instalamos, nos recibió Ely y su hijo Juan de 7 años, uno de los 2 alumnos de la Escuela de Socoroma, ambos son peruanos, muy amables y cariñosos.