El día 12 de Octubre se dio a conocer de manera pública la entrega (firmada en julio) de casi 9.000 hectáreas de territorio ancestral e indígena perteneciente a la comunidad de Socoroma al ejército de Chile para fines de instrucción y entrenamiento sin la realización de una consulta indígena previa. Irónicamente se confirmó el mismo día en que recordamos con dolor el inicio de la sangrienta invasión, saqueo y violación generalizada en el continente por parte de los españoles hacia los pueblos originarios y sus territorios. Después de 500 años aún no ha cambiado totalmente el panorama.
La noticia corrió rápido, ese mismo día todxs hablaban de eso en el pueblo, ¿qué hacer?, cómo enfrentarse a un poder tan grande para defender tierras milenarias, cunas de cóndores y gentilares. En palabras de Carlos Choque, historiador socoromeño, es una “zona rica en arte rupestre prehispánico y arquitectura precolombina y colonial, tales como caminos hacia el valle de Lluta, apachetas, altares de origen pre-inca y antiguos refugios de pastoreo de los abuelos”
Estas semanas han transcurrido entre asambleas y acciones, protestas en Arica, lienzos en la carretera y banderas negras que flamean sobre las casas de Chuk’uruma. El día sábado se organizó una marcha hacia los mismos terrenos cedidos, la Mina o Pampa Campanani o Campani. Allí realizaron ceremonias y defendieron el derecho a recuperar sus tierras, en la insistencia de que los socoromeños son seres de paz y no permitirán la militarización de su territorio: «los aymara somos un pueblo amante de la paz, y aspiramos a vivir en armonía y equilibrio con la Pachamama, los mallku, uywiris y achachilas, bajo los principios del Suma Qamaña, por lo que no podemos aceptar que nuestros territorios continúen siendo entregados a instituciones militares, incluso con fines de instrucción«.*
En relación a este tema, Don Isidoro, un vecino de 79 años nos relata «En el año 1958 en camión nos llevaron a realizar el servicio militar a Putre. Cuando llegamos nos metimos a un terreno grandote que estaba sembrado y nos dijeron instalen sus carpas, otros comenzaron a izar banderas en el lugar. A los días llegaron unos lugareños reclamando y preguntando por qué nos habíamos situado ahí si era propiedad de ellos. El Mayor que estaba con nosotros se acercó y les dijo ´esto actualmente es territorio militar´ y que pronto verían como resolver el tema económicamente. Cosa que nunca pasó, nunca le pagaron nada a la gente de ahí. Yo creo que quieren hacer lo mismo acá en Socoroma ahora, quizás para quedarse con el agua y venderle la Campanane a privados después».
Como narra Don Isidoro, han surgido muchos otros recuerdos en torno a la ocupación militar de terrenos del pueblo tanto en la antigüedad, como en dictadura. Mucho dolor, mucho miedo de revivir situaciones de violencia y agresiones por parte del ejército de nuevo y sobre todo, existe un clima de resistencia a la resignación que implica la cesión de estos terrenos, como si de algún modo se les estuviera forzando a abandonar el pueblo a lxs pocxs socoromeños que han decidido seguir viviendo aquí a punta de sacrificios constantes. Se refieren al despoblamiento y al esfuerzo que implica seguir aquí intentando revitalizar el territorio, ¿pero cómo seguiremos aquí si se están regalando nuestras tierras?
Frente a esto nos preguntamos, ¿qué sentido tiene la realización de una residencia de arte colaborativo mientras se regalan tierras que contienen un valor cultural de estas proporciones a terceros?, ¿cuál es el rol del arte y lxs artistas en un conflicto de éstas dimensiones? Imposible hacer oídos sordos y no tomarle el peso al conflicto que se vive, imposible no apoyar el sentir de la comunidad, el arte debe estar al servicio de los pueblos, si no ¿para qué?
*Comunicado Comunidad de Socoroma ante vulneración de sus Derechos Territoriales.