Había un sol expectante, de calor intenso. Una inmovilidad callejera, una paciencia cotidiana.
Nuestra primera misión fue llamar a los punitaquinos, hacerles saber que habrá una película en la Casa de la Cultura. Vamos a la radio Vida Nueva y a radio Panorama. Queremos dar una información a la gente. Claro, deje que termine esta canción (una ranchera). La canción termina, y preparamos la sorpresa. Buenos días a todos, somos parte de un colectivo de artistas y queremos ofrecerles una experiencia: función de cine, gratuita, familiar y cabritas dulces. Que bueno que hagan estas actividades, “aquí nunca pasa na’”, exclama, en off, el animador radiofónico. Al salir, veo la plaza de niños, el sol sigue expectante, el calor abrasante y ninguna sombra sobre los juegos infantiles construidos en fierro. La siguiente misión es invitar a los pobladores de manera más directa. Nos paseamos por las calle de Punitaqui. Vamos al kiosco, llegamos a la verdulería, pasamos por la chanchería, el colegio y la plaza. Nos acercamos a seis señoras sentadas bajo la sombra de un árbol, me agradecen la invitación, intercambiamos miradas y sonrisas. ¿De qué trata la película?, me preguntan con entusiasmo. Caminamos nuevamente bajo el castigador sol del norte. Pienso en estar en un lugar más fresco, en un viento que disipe la sensación de calor.
Son las 5:30 pm y la gente ha comenzado a llegar al cineclub. Primero de forma tímida, dos niños que pacientemente nos ayudan a organizar la sala. Luego, llega el papá y sus hijos, la madre y su hijo lactante, la tía con sus sobrinos, la amiga del barrio que llevó a los niños de las vecinas, el amigo punitaquino y su sobrino, el grupo de adolescentes, el grupo de jóvenes del internado, algunos abuelos con sus nietos y otro grupo de jóvenes emparejados. Se posicionan en los asientos. Probamos el sonido. Nos piden las cabritas prometidas. De pronto, en un salón oscuro, fresco al fin, con alrededor de 45 personas unidas bajo una misma sensación, frente a una misma pantalla, dispuestos a emocionarnos, comienza la película. Durante una hora y media escuchamos las risas, los suspiros y la emoción. Los niños se cuestionan y le preguntan a sus padres, ellos se esfuerzan en responder. Los jóvenes con risitas tímidas se miran y susurran comentarios sobre lo que están viendo. Termina la función, aplausos. Nos despedimos de todos, los invitamos para la siguiente función. Afuera, hay un sol aún quemante y estamos todos reunidos en el lugar más fresco de Punitaqui.
Compartir la experiencia de juntarnos a ver, detenernos a entender, regalarnos un momento de comunión. Sentarnos frente al fuego, contar las estrellas, esperar que el Sol baje por Cerro Grande, ver el atardecer, las primeras luces eléctricas de Punitaqui. Nos sentimos conectamos frente a la pantalla, nos despojamos de la televisión absurda. La actitud rebelde frente al monopolio. Cineclubismo como acto de tomar conciencia de nosotros mismos, alterar la alienación, suprimir la obediencia. Cine al margen. Imágenes fraternales, invitación tierna, entrada y actitud liberada.