Temprano salimos de casa hacia donde vive Blanca, la presidenta de la Mesa de la Mujer Rural de Toltén, quien nos invitó para poder compartir y registrar nuestras conversaciones. Tuvimos que arrendar una camioneta porque no había ningún bus que nos lleve hasta donde Blanca vive y dado que ha llovido bastante, se nos complicaba caminar desde Villa Boldo. Aprovechamos de ir a buscar a Jeanette que vive en Crucero del Amor, pero que en esta ocasión venía desde Temuco por el camino de Pitrufquén-Toltén, para que nos acompañe y podamos pasar el día juntos conversando. Pareciera ser que el perdernos por los caminos es ya algo habitual, dimos muchas vueltas entre colinas y cultivos, pero al fin logramos encontrar el punto de referencia donde nos juntaríamos.
Cuando vimos a Jeanette salir del bus nos bajamos emocionados sin importar la lluvia, y rápidamente nos cobijamos dentro para irnos hacia donde Blanca. Nos impresionó ver que en el cerro donde vive ella está rodeado de eucaliptos, salvo su terreno. En medio de la “marea verde” como algunos le llaman, está su casa, su taller, su huerta y animales. Almorzamos y tomamos mucho mate para comenzar la jornada.
Blanca nos llevó hasta su taller donde fabrica licores, mermeladas y conservas de diversos productos. Gran parte de su trabajo consiste en la recolección de frutos endémicos y del rescate de antiguas recetas, es así que pudimos probar el licor de maqui, de frambuesa, mermelada de physalis o tomatillo, duraznos morados, topinambur y los deliciosos frutos del quiscal o chupón hechos conserva. Conocimos en profundidad todo el rescate que han hecho sobre las papas nativas que crecen en los alrededores, donde la miñarki azul y morada llamaron profundamente nuestra atención. Nuestra lamngen nos contó que estas papas no solo crecen en Chiloé, sino que también por esta zona, pero que han debido hacer todo un rescate de semillas y plantas. Entre todas las integrantes de la Mesa de la Mujer Rural han compartido las diversas variedades que poseen y han podido reproducirlas en sus huertas. Muchas de estas las han encontrado explorando cerros y las han cuidado en su hábitat silvestre, su rescate es fundamental porque los monocultivos de papas han homogeneizado el gusto y producción de solo un tipo de tubérculo, olvidando así, toda la multiplicidad de sabores, texturas y propiedades que poseen las diversas papas nativas que crecen aquí. Para muchos estas papas son consideradas como malezas porque se demoran casi 30 años en desaparecer del terreno donde han sido plantadas, esta porfía, está insistencia de las papas endémicas por no desaparecer y volver a ser cultivadas en huertas nos hace alucinar con conocerlas todas: ver su crecimiento y flores, su cosecha, todas las preparaciones que se pueden hacer con ellas.
La conversación nos llevó a reflexionar sobre la riqueza que nos da el campo, no entendido en su totalidad desde el dinero, pero sí en la abundancia de plantas que pueden servirnos para preparar alimentos y medicina. Gran parte de la tierra que tienen les alcanza para tener una huerta y un par de animales, casi todo para el autoconsumo, dejando muy poca producción para la venta. Blanca nos contó que no le interesaba hacer de su tierra un monocultivo de papas, habas, arvejas u otra hortaliza, sino que optaba por tener de “todo un poco” para que nunca le falte qué comer y compartir. A partir de eso es que ha formado su emprendimiento, ella busca potenciarse con lo que le rodea, a eso le llama tener riqueza, porque de cada cosa que crece en su tierra explora cómo aprovechar al máximo sus propiedades curativas y/o culinarias.
Es impresionante ver todo lo que ha construido con tanto trabajo y esfuerzo, considerando que además es dirigenta por más de diecisiete años en la región. Nos relató su trabajo con organizaciones y de cómo ha sido salir de su casa y sus labores de “dueña del hogar”, tener que romper con prejuicios y el machismo, que no la han limitado jamás a luchar por las demás mujeres indígenas y campesinas. Por eso a su casa la visitan varias lamngen para aprender sobre las propiedades de las plantas, frutas y verduras; pero también para aprender a levantarse como mujeres lafkenche en un mundo rural “diseñado para hombres”. En conjunto han rescatado recetas antiguas del milcao dulce, papa vuna, mermeladas y diversos platos que ellas denominan bajo el rótulo de “ancestral”.
Cuando les preguntamos qué significa que sus productos sean “ancestrales” nos comentaron que tiene que ver con el reconocimiento que estos alimentos provienen de saberes que ellas rescatan de sus familias y con respeto siguen haciéndolos para que no se pierdan u olviden. Cada producto que realizan tiene detrás una práctica culinaria pero también de memoria, porque en ellos está viva la cultura de la intimidad de sus hogares. Jeanette nos contó cómo ha aprendido de esto, pues sus padres jamás le hablaron de ser mapuche ni pudo aprender la lengua. Blanca en cambio, nos expresa que es champurria, pero que eso no le quita el derecho de sentirse e identificarse como mapuche-lafkenche.
Diversas historias han surgido sobre cómo las familias han olvidado o negado su mapuchidad, por múltiples motivos, casi todos por el duro despojo de tierras o la migración a ciudades buscando otras posibilidades de trabajo. Jeanette volvió al campo y aquí ha aprendido de hierbas medicinales, Blanca le ha transmitido muchos conocimientos y compartido plantas de su propia huerta, ambas nos manifiestan que es importante generar lazos y redes de solidaridad entre ellas, porque así combaten el machismo que muchas veces las oprime. Pero ninguna se ha silenciado ni han dejado de persistir por sus sueños, escuchar con tanto ímpetu estas palabras nos emociona y nos hace apreciar más toda la energía que se ha generado durante la residencia.
Luego vino una rica once donde comimos sopaipillas con mermelada de frambuesa, mate y muchas delicias más, para luego conversar en profundidad con Jeanette sobre su visión de mundo y su interés por convertirse en lawentuchefe. Nos manifiesta que todavía no puede nombrarse como tal porque hacerse yerbatera es un camino largo, de aprender a dialogar con las plantas, de soñarlas, de hacer medicina. Ella nos confiesa que mucho de lo aprendido lo ha sacado de Internet, de ir preguntando a las papay sobre las plantas y también a través de su intuición. Periódicamente recorre cerros buscando plantas medicinales y aprendiendo a reconocerlas, nos señala que saca lo que necesita, con mucho respeto corta tallos, hojas, raíces y flores, pero siempre vuelve a donde estas plantas se encuentran para conversarles y protegerlas.
El día nuevamente se nos fue en compartir, ya de noche nos quedamos sin locomoción para volver a Toltén. Vimos fotos y videos que tenía Blanca de todos los años que han estado unidas como Mesa de la Mujer Rural, nos mostró un vestido que tejió para el 1er desfile de modas que organizaron hace diez años, donde muchas de las lamngen hicieron sus prendas y las desfilaron frente al público asistente a la feria costumbrista del año 2007. Tantas imágenes de amistad, unión, colaboración y resistencia.