Hoy desperté con el ruido que hacían los gallos, también los perros que ladraban a los gallos, y los gallos que cacareaban de vuelta a los perros. Me hice mi tecito con canela y calenté un sándwich que había quedado de la once de anoche con los chicos de “La Puerta” y del Servicio País. Salí al patio y me senté por última vez a contemplar el paisaje que en conjunto se elaboró durante estos últimos días. Al rato llegó AnaKaren con una templanza similar a la mía, preguntándome qué hora era. Si bien planificamos nuestra última actividad de exhibición con la comunidad a las siete de la tarde, nuestras ansias interiores de realizarla comenzaron desde que salió el sol esta mañana.
Paulina, del taller de mimbre, se había comprometido en pasarnos a buscar a las dos de la tarde, asi que partimos puntualmente con la estructura de fibras vegetales, que hasta hace poquito, la señora Gina había estado afinando los últimos detalles y costuras con pita, antes de la exhibición. En Guacarhue, conversando de anécdotas, viajes y amores, nos esperaba Gonzalo con el maestro Pedro, quien desde tempranito estuvo preparando el terreno en donde relucirán las fibras, junto con la hermosa placa que Marcos, artesano de la madera, realizó para todos nosotros.
Llegada la hora, comenzaron a llegar de a poco nuestros invitados. Uno tras otro, quienes habían sido parte del proceso creativo, diseño y construcción, se encargaban de comentarle al resto, quienes habían estado presentes en la elaboración del trenzado como materia prima, de lo que habían convertido finalmente, las mismas trencitas y cordones que realizaron en nuestra compañía, construyendo un proceso de apreciación basado en la más real experiencia. Repentinamente se me acerca Catita de “La Puerta”, luciendo contenta por lo que estaba presenciando y me dice que le sorprende tantas personas que habían llegado: “¡Los conozco a todos!”
– “¿Viste? Todo pasa por algo” – me repetía Carla del Servicio País, al ver mi admiración hacia la inmensa sabiduría del universo, que en nuestra última semana, mientras tomábamos once con Don Ángel de Ñuke Mapu, a la luz del sol (sentados frente al sol que habían tejido en el paisaje de fibras), nos cuenta que invitará a presentarse a una cantante mapuche que vive en Coinco. Resultó que la señora Olguita Llanquileo, fue quien de alguna forma, comenzó todo esto. Ella fue la primera monitoria de cestería en totora que tuvo hace más de diez años la señora Nury, la señora Sonia de María Victoria, la señora Miryam y muchas otras mujeres de Quinta. Hoy fortuitamente, conocimos a quien inició el proceso que en esta oportunidad terminaría convirtiéndose en Arte Colaborativo.
Entre cuecas, cumbias y vals, nos despedimos de todas y cada una de las fibras que pasaron por nuestras manos, por las manos de todos aquellos que nos recibieron entusiasmadamente y el deseo de expresarse de cada fibra natural de la Quinta de Tilcoco.