Cerro Sombrero es un pueblo joven, 50 años como tal. Antes de eso cumplía el rol único de albergar a trabajadores de la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) y sus contratistas, siendo hasta hace medio siglo un mero “campamento”. Resulta difícil alejarse de los paradigmas de la palabra campamento, pero Cerro Sombrero cumplía con elevados estándares: casas y edificaciones de arquitectura moderna, calefacción central en todas las casas, un gimnasio polideportivo, solarium, bowling y un cine, que por su lado, ocupando el centro del pueblo, no proyecta películas. Y a pesar de que aún guarda intactas sus máquinas en la sala de proyección y sus butacas, este espacio patrimonial es hoy por hoy un auditorio, un anfiteatro.
Casi como una obviedad, nuestra llegada a este pueblo pretendía revitalizar el cine como cine: volver a proyectar (aunque sea en digital) películas, entre ellas documentales y ficción, cortos y largometrajes, para sembrar el hábito de ir al cine y abstraerse de la realidad por una hora y media. Comenzamos esta cruzada diseñando la programación cargándola de documentales, inspirando el diseño de la difusión en la arquitectura del pueblo y apuntando nuestra energía en avisarle a la comunidad que el cine volvía a funcionar.
La prueba técnica: antes de comenzar fuimos al cine a comprobar el estado de los equipos, pero no había problema, funcionaban bien. Nos acompañó Sergio, contratista cuyo trabajo es velar por el bienestar del edificio para que no parezca abandonado. Sergio es un impredecible hombre de unos 50 años, genuino acento magallánico y una amabilidad disparatada. Corría por el cine en busca de cables, saltando butacas, calibrando el sonido y encendiendo y apagando luces. Para cuando todo parecía estar en orden, proyectamos una película al azar para simular la proyección, y Sergio, que no perdía concentración alguna, se sentó junto a nosotros, y los tres en una genuina improvisación, vimos durante una hora y media una película en el cine de Cerro Sombrero después de quien sabe cuánto tiempo.
El proyeccionista: tal vez fue suerte que coincidiera esta semana de revitalización del cine con la visita de Juan Ojeda, hombre de unos 60 años y hace 40 trabajando en ENAP. Juan es la única persona que sabe operar las máquinas de proyección del cine de Cerro Sombrero. Este simpático proyeccionista ha sido testigo de horas y horas de celuloide proyectados en Magallanes. Es él quien se encargó de hacer funcionar los cines de toda la isla, siendo portador a través de su experiencia, de una parte importante de la historia cinematográfica de nuestro país. Y ahí estaba, volviendo a jugar con los viejos proyectores, simulando el recorrido de la cinta por sus engranajes, contando historias, haciendo chistes y diagnosticando lo que tanto ansiábamos escuchar, “estas máquinas están buenas, están operativas. Con una sola mantención se podrían volver a usar”.