La comunidad andina de Socoroma tiene como tradición velar y/o despedir durante 3 años consecutivos a sus fallecidxs la noche del 31 de octubre y los días primero y segundo de noviembre, realizando altares y ceremonias al interior de los hogares. La noche del 31 se realizó una misa (de varias) al interior de la iglesia y posteriormente junto a la comunidad emprendimos un recorrido por las diversas casas que se encontraban recordando y velando a sus muertos. Asistimos a la primera que se encontraba en la parte inferior del poblado cercano al río, junto a un grupo aproximado de 15 personas. La casa se encontraba adornada y equipada con comida, bebestibles, música y un plasma al costado que mostraba una secuencia de imágenes rotatorias de momentos íntimos del difunto al son de huaynos y cumbias peruanas. Comimos variados canapés y pastelitos, acompañados con chocolate caliente. Al fondo había un altar de panes con múltiples formas, tales como: escaleras, cruces, guaguas, aves, soles y llamas, entre otros. Además de una fotografía principal del finao en el centro, rodeado de dulces y algunos candelabros. Luego de media hora tomó la palabra un socoromeño, que según relatos de la comunidad, fue criado por un grupo de franciscanos, es por eso que él, tradicionalmente se hace cargo de la ceremonia, traía consigo una libreta de apuntes con oraciones que recitaba en latín. Toda esta mixtura sincrética religiosa se fue replicando en cada casa hasta eso de las 3 de la mañana, fueron 5 los hogares a visitar, donde se repitió el mismo rito frente al altar.
A la mañana siguiente el poblado amaneció con una gran cantidad de personas de visita, en vehículos, familias completas descendían con maletas de cervezas, hojas de coca, bebidas y demases en dirección al cementerio. A la distancia se escuchaban algunas tarkas (flautas) medias chicharras que entonaban melodías a sus amigxs, familiares o coterranexs, que ya partieron. Entre chaltas y ceremonias comenzaba la conmemoración de lxs difuntxs, corrían las cervezas, el olor a copal humeaba el recinto, risas y tallas se oían entre las cruces vestidas de cintas multicolores.
Ya viviendo un mes y medio en la comunidad hemos logrado generar confianzas suficientes con muchxs lugareñxs, motivos por lo que cada piño de personas nos invitaba a tomarnos una chelita o un vinito, hacer algún gesto a nombre de sus finaos y/o arrojar alcohol al piso en señal de comunión con la pachamama y los que yacen bajo tierra.