Estamos retrasados con las acciones finales.
La construcción del carro (pieza fundamental de la obra) ha tomado más tiempo del que programamos. El vecino a cargo, se realiza diálisis 3 veces a la semana y el proceso lo deja inhabilitado por muchas horas, a esto se suma que hace un par de semanas sufrió una descompensación que lo llevó al hospital por unos días.
Desde otro lado el convenio firmado para poder realizar esta Residencia nos obliga a finalizar el trabajo y a rendir en las fechas establecidas legalmente.
Tenemos que tomar algunas decisiones.
Entramos a un territorio a generar vínculos y relaciones de confianza, con vecinos altamente intervenidos y desconfiados de los acuerdos que cada institución genera con ellos, más complejo aún, entramos para realizar un trabajo de arte colaborativo.
Nada ni nadie los obliga a relacionarse con nuestra propuesta, sin embargo, han decidido confiar y poner su tiempo y experiencia en trabajar con nosotros.
Pensamos que ese es el meollo de estas residencias o a lo menos un asunto estructural. Cada vez que ideamos un trabajo pensamos en cómo hacemos para que la conversación sea la más honesta, y más aún, como hacemos para que no se replique una y otra vez el relato que los territorios tienen para el interventor extranjero, porque presupongo, que para cada residente el interés que tiene en este tipo de trabajo es el conocimiento que adquieren al observar, experimentar, analizar y construir en un escenario honesto y colaborativo.
Generar un espacio de confianza entre vecinos- hacedores y artistas-hacedores son una de las hebras que teje la visualidad final de cada obra.
Desde nuestro punto de vista, es eso lo que el programa debe resguardar, ese espacio de confianza, que se construye en cada recorrido, en cada visita, en cada conversación respetando los acuerdos y las dinámicas generadas.
No apresuraremos nada, respetaremos el trabajo ya realizado, pasaremos las fiestas y continuaremos en enero.