En Caleta San Marcos, existen muchas historias de carácter mítico, fantasmal, legendarias, o como quieran llamarlas. Historias que van desde sucesos extraños, ovnis, interacciones con seres desconocidos, hasta el chupacabras. Y es que la comunidad me ha contado que cuando se instaló el campamento, en algunos sitios encontraron restos humanos. Algunos dicen que eran restos de indígenas, otros dicen que podrían ser más actuales, otras personas me hablan de varios cementerios que con el paso del tiempo, han ido escondiéndose por la interacción entre el viento y la tierra. Independientemente de si éstas son verdaderas o inventadas, o de si creas o no en ellas, lo cierto es que todas estas historias forman parte de un imaginario colectivo.
En este viaje de intentar aportar al fortalecimiento del sentido de comunidad, estas historias se presentan como una oportunidad para sentarnos a conversar sobre un tema, que en general genera escasa división y que aunque declares no creerlas, todos le ponemos atención. Los días previos, al invitar a las personas, su energía subía un montón, el entusiasmo era evidente, así que además, aprovechando que se acercaba Halloween -un evento que pareciera tener fuerza en la caleta- se propuso realizar nuestro “Encuentro fantasmal”.
Todo partió dejando en claro que era una instancia que se desarrollaría con respeto, pues entre los participantes son variadas las creencias religiosas y no pretendemos ofender a nadie; y cultural, pues estas historias forman parte de las tradiciones orales del la caleta. Los participantes que llegaban se sorprendían al entrar a la sede de la Junta de vecinos, pues los esperaba un ambiente lumínico distinto al común, que además se veía desde afuera. Este fue acompañado de un ambiente sonoro -aprovechando la visita de Sven- que generó un carácter tétrico, y que en algunos momentos nos dejó a la mayoría “pegados en el techo”, algo que de cierta manera sirvió para bajar la tensión que se iba generando, pues después de un susto ríes -nerviosamente, pero ríes-.
Me sorprendieron las historias, fueron intensas, pero creo que lo que más me impresionó fueron las expresiones de los narradores -todos muy conectados con su emoción- y que la mayor parte de los presentes tenía algún relato con el que aportar -incluso a veces similares-. Creo que el hecho de crear una instancia donde se reúnan personas que en general no se juntan a dialogar más que en espacios de reuniones formales, ya es un aporte al objetivo de esta residencia, pues esta instancia fue un encuentro de visiones, de generaciones y hasta de nacionalidades, donde se interactuó de manera horizontal, respetuosa y que incluso generó empatía en algunos momentos. Incluso, me atrevería a decir que con esto, reunimos a personas que nunca habían cruzado palabra alguna.