En caso de un tsunami, la zona de seguridad establecida para la comunidad sanmarquina, se encuentra en el cerro detrás de la villa y se llama “Isla de seguridad”. Si las alarmas sonaran, la comunidad -y me incluyo- deberíamos dirigirnos a esta zona y no bajar hasta que las instituciones responsables así lo indiquen. El tiempo de permanencia, va a depender de varios factores y podría prolongarse por varias horas. En vista de esto, hace unos tres años, se instaló un container que contuvo radios para comunicación, lámparas, cocinillas, alimentos, agua potable, entre otros elementos que ayudarían a llevar mejor una situación de emergencia. Digo contuvo, porque este año una racha de viento voló el techo del container dañando los sistemas de energía y comunicacional, y como los seres humanos podemos llegar a ser muy egoístas, incluso con las personas de nuestro entorno más cercano, a esta situación se sumó el robo de los elementos que estaban al interior.
Hace dos semanas, hubo un temblor en Calama y la semana pasada otro en Arica. Ambos se sintieron fuertes en la caleta y algunos miembros de la comunidad sanmarquina se inquietaron, situación que expusieron en la reunión mensual de la JV, a la que fui invitada el día jueves pasado. La comunidad decidió reunirse el día siguiente para limpiar y reparar el container. Esta instancia fue un espectáculo hermoso, donde las diferencias quedaron de lado, las capacidades y habilidades se lucieron como recursos y las risas fueron la banda sonora.
Pienso que esta fue una situación que se contrapone a la serie de auto percepciones que me han transmitido algunos sanmarquinos, quienes hablan de la falta de confianza entre ellos, de la división que existe por los “pelambres” frecuentes de un “pueblo chico…”, de las malas intenciones que dicen que tienen algunos miembros de la comunidad… “Yo no participaré porque después me van a pelar”. Lo cierto es que si el sentido de comunidad se basa en la confianza que exista entre los miembros de esta, creo que la reparación del container evidencia que este lazo aún existe y lo importante es visibilizarlo, fortalecerlo, o contribuir -con un granito de arena- a ese fortalecimiento, como es el objetivo de esta residencia.
¿Y cómo lo hacemos? es el desafío.
Un comentario frecuente en los encuentros que he tenido con la comunidad, se relaciona con la baja asistencia de esta misma, a instancias que no les generen un beneficio económico o material, como lo es la residencia. Mientras que para mí la cantidad de personas que asistan, no es un tema mayor frente a lo significativo que debería ser para quienes se interesen, para los participantes es importante tratar de difundir más el proyecto e intentar incluir a más personas. Ante esto, me pidieron dar a conocer las actividades de la residencia en la reunión de la JV y al mismo tiempo, la comunidad decidió hacer una exposición de las retrografías que hemos realizado, esta tiene un carácter itinerante y en los últimos días, se ha instalado en el muelle, el panel de la JV y el centro de conectividad. Esta instalación ha interrumpido el cotidiano de quienes pasan, pues aunque no es algo “del otro mundo” si se vuelve extraordinario para este -casi permanente- quieto paisaje.
Hoy, a pedido de la comunidad, nos reuniríamos a realizar más retrografías, y para ello, fijamos día, hora y lugar, pero esta actividad finalmente no se llevaría a cabo, pues solo una persona llegó, dos se excusaron y las otras simplemente no llegaron. Debo decir que en cierto grado y en el momento, esto me dañó el espíritu, pero dentro de ese daño espiritual, también hay aprendizaje. En general, las actividades propuestas han generado entusiasmo, la recepción ha sido positiva y lo que más ha generado participación, son las actividades en los espacios comunes y públicos, esas actividades que irrumpen en la rutina y que parecen llamar la atención de todos, donde el acuerdo previo de asistir se esfuma y al verlas, aparecen las espontáneas y honestas ganas de participar. Este aprendizaje, que se relaciona directamente con las dinámicas y ritmos comunitarios, podría darle un vuelco a la residencia y creo que es lo bello de este tipo de procesos.
Debo decir que la llegada al final del día, de una nueva Retrografía – desconocida para mí- sanó en cierto grado esa “herida espiritual”.