Esta semana se celebraron dos fiestas hermanas en la comunidad: la celebración de la Virgen del Rosario, y San Francisco, el patrono de Socoroma. Ambas instancias, festividades religiosas, suceden como una yuxtaposición de tradiciones, andinas por un lado y católicas por el otro. Para la realización de las fiestas, una pareja asume el rol de alférez y recibe a la comunidad en su hogar, quienes agasajan a todo aquel que asista a la fiesta y más dedicados a los mayordomos (alférez de fiestas pasadas), quienes tienen un lugar importante en la mesa principal. Las fiestas se desarrollan tanto en la casa de los alférez, como en las calles del pueblo y la iglesia.
Las celebraciones comienzan la noche previa, en la víspera, instancia que se celebra con una chalta. La palabra chalta es una castellanización del ch’allaña o ch’allt’aña en aymara, que consiste en una ceremonia o rito de consagración en que se vierte alcohol puro sobre lo que se quiere ofrendar; en este caso la mercadería para la fiesta de los días siguientes. Para hacer chalta se dispone una manta cuadrada (lliklla o aguayo) que contiene hojas de coca y challa, el alcohol se vierte en las cuatro puntas de la manta en el sentido contrario del reloj para terminar en la tierra. Posteriormente se lanzan las hojas de coca sobre la mercadería (carne, alcohol, papas, etc.) y los distintos utensilios para la fiesta. Finalmente, se bebe un vaso de alcohol, en este caso vino (al seco, ofrendando primero un sorbo a la tierra) y se humea el espacio con un brasero con madera de copal carbonizada. Todxs los que participen en la fiesta deben hacer chalta individualmente, nosotrxs también nos sumamos. Después del lanzamiento de petardos que anuncian el inicio de la celebración, la comunidad se repliega a sus hogares para esperar el día siguiente.
A las 6 am del día siguiente se escuchan los primeros estruendos, entre chaltas y recibimientos a los «lakitas», músicos sampoñeros, se da inicio a la fiesta. La chalta no sólo se practica en fiestas, si no en cualquier instancia en que sea necesario ofrendar o ceremoniar, por ejemplo, en el caso de visitar un mal paraje, es necesario hacer chalta para pedir permiso, de lo contrario puede agarrar la locura. La chalta es uno de los ritos ancestrales que aún se practica en la comunidad, aspecto en común con los millares de comunidades del norte de Chile, Perú y Bolivia. Es una ceremonia de reciprocidad, donde se ofrenda alcohol, sahumerio, coca y dulces, un rito de agradecimiento y bendición de los distintos aspectos, a los alimentos y el alcohol de la fiesta, a los músicos, etc.
Posterior a la chalta junto a los lakitas, comienza la música y la familia de los alférez junto a parte de la comunidad bajan bailando desde la entrada del pueblo, para luego avanzar en procesión al ritmo de la música hasta llegar a la casa de los alférez y compartir una cerveza. Durante la tarde y noche las celebraciones prosiguen así: procesiones por el pueblo, música, baile, cerveza, comida, vestimenta de los santos en la iglesia, procesiones, baile, comida, misa en la iglesia y procesiones otra vez, la noche finaliza con fiesta en la casa de los alférez, que recién comienza entre las 1 y 3 am. A pesar de lo agotador de la jornada gran parte de la comunidad asiste a la fiesta, incluidos abuelitos de más de 80 años danzando gustosos al ritmo de los huaynos hasta las 5 am. La fiesta se vive y se goza de manera transversal, es una instancia familiar e íntima de la comunidad donde se afianzan los lazos afectivos, se construye comunidad en el baile y el canto. En la primera fiesta conocimos a «Jesús» (apodado así por la comunidad), un antropólogo que lleva diez años visitando Socoroma por algunos períodos para el desarrollo de sus tesis académicas. El nos relataba que la importancia de la fiesta no sólo radica en el relajo o el goce que implica, si no que la construcción de comunidad se consolida en la festividad, y esa construcción es necesaria tanto en términos afectivos como prácticos. La tecnología andina tiene mucho que ver con lo comunitario, las labores de la tierra son imposibles de realizar de manera individual, por lo tanto lo colectivo es necesario para la subsistencia en estos territorios. La fiesta fortalece así, una visión colectiva desde lo espiritual, propiciando luego el desarrollo de actividades cotidianas a partir de esa misma visión.
El día siguiente comienza nuevamente con procesiones junto a las lakitas, una misa y procesión que finaliza en la casa de los alférez junto un almuerzo y baile, en esta instancia los distintos invitados ofrecían una retribución monetaria a los alférez por su invitación, un billete insertado en una naranja, con la cual bailan para finalizar con tres cortos de distintos alcoholes.
Ambas jornadas finalizaron con embriaguez y alegría, entre danzas, cantos y procesiones, la comunidad se desborda en la fiesta, los límites racionales se funden con la embriaguez y la fe, entre ritos y creencias el pueblo se nubla de excesos, la música, los petardos, los gritos, para luego retornar a la calma y silencios característicos de Sorocoma. La fiesta culmina en la entrada de Socoroma, con la despedida de los músicos, donde tradicionalmente, la gente les tira piedras para que se vayan.