“Dígales que lleguen a la casa del veterinario” – me decía la señora Gina, dándome las indicaciones para que invitemos a los demás a llegar a su casa. “¿Pero les mando alguna dirección?” – “¡Así no más!” Todos llegaron, y no sólo conocían bien la dirección y la casa, si no que se conocían entre ellos. La señora Gina del taller de mimbre, ubicaba perfecto a don Ángel de Ñuke Mapu, también la señora Paulina. “¡Usted es el caballero que cortaba el ají!” A la señora Juanita, la reconoció inmediatamente Carmen, del Centro Cultural La Puerta; la señora Rosita, artesana de la totora, ubicaba perfecto al veterinario; Catita de La Puerta, es prima de Daniela, del mimbre, e íntima amiga de la señora Nury.
Hemos trabajado arduamente en nuestra estructura de fibras vegetales, personas de las distintas organizaciones que han pasado por nuestro lado durante este tiempo, han colaborado y aportado con sus granitos de creatividad y fuerza. A todos les han llamado la atención la cantidad de perros que andan deambulando por la casa, algunos subiéndose a la mesa, para comerse los restos de nuestras comidas, otros mordiendo las varillas de mimbre o durmiendo sobre la totora, pero todos, con un movimiento de colitas, amenizando y alegrando este momento de comenzar a finalizar el trabajo, siempre acompañados de los elementos de la naturaleza, nuestras nobles amistades con las fibras vegetales, y el acogedor y revitalizador sol que brilla sobre nuestras mentes creativas y manos hacendosas.