Punitaqui se nos presenta con una comunidad alegre y orgullosa que nos señala sus montes pedregosos, alfombrados por tonalidades de verdes, blancos, amarillos y marrones, es un colorido escenario el cesar de la sequía.
Con el sol siempre arriba recorremos Punitaqui, anotamos todo lo que nos cuentan, caminamos con papeles y lápices, escribiendo velozmente para no perdernos el relato. Hay un entusiasmo, desde acá queremos escuchar y por el otro lado nos quieren contar. Y así trabajando conocimiento nos acercamos cada vez más a este lugar y su gente, porque al unir las historias, las personas y su contexto, es inevitable no pensar en cómo se arma un pueblo y qué es un pueblo, si no es su gente.
Resuenan palabras comunes como: mineral, piedra, oro, mercurio, metal, sujetas a ellas muchas veces se nos acerca un norte más norte: pasando por Ovalle, La Serena y más al norte aún, escuchamos la mención al mundo minero: Chuquicamata, Antofagasta, Calama. Junto a la minería se suman los relatos de la agricultura, del “campo campo”, las cabras, el chivato, las habas, los tomates, los limones, las naranjas, las faenas, los crianceros, el mote con huesillo, las churrascas y otros oficios tradicionales.
Nos cuentan historias y buscamos sus historias, conversando y conversando nos llegan frases que nos revelan cómo una comunidad ha ido y continúa armando su pueblo. Conversando los vecinos recuerdan un pasado y otros nos cuentan el presente. Es así como hemos encontrado un sin fin de anécdotas y nosotros desde nuestro lugar de extranjeros ofrecemos herramientas para reunir la imagen que tiene una comunidad de sí misma, con la esperanza de recordar en conjunto y a su vez actualizar las imágenes, uniendo el pasado, el presente y proyectando líneas hacia el futuro.
Y así, ya por la calle, nos reconocemos con los vecinos, ya saben donde estamos (en La Casa de la Cultura) en este puerta a puerta se han enterado y de a poco ya entramos en tierra derecha para crear el Álbum de Mitopoesía Documental de Punitaqui!