Recibimos el lunes 25 de febrero a Tamara Uribe, realizadora audiovisual que viene a colaborar en estas últimas semanas de trabajo. Su llegada coincide con una gestión que veníamos haciendo desde antes de llegar al territorio: el registro de una perforación petrolera. Es martes y muy temprano vamos en un auto de ENAP hacia el Equipo 6. En el trayecto vamos vistiéndonos de overoles, cascos y zapatos de seguridad. Después de charlas de seguridad y vídeos de advertencia, podemos adentrarnos al lugar de los hechos: una gigante estructura tritura la tierra para sorber el tan ansiado oro negro que yace en este territorio. Nos abocamos en registrar las sensaciones del trabajo; el punto de vista del trabajador, aquel que hemos conocido, ya viejo, por las calles de Cerro Sombrero. Nos encontramos con una orquesta de sonidos difícil de armonizar, vibraciones y texturas.
Miércoles, nos trasladamos a Bahía Azul para resolver un pendiente de días: subir a Alexéi Bahamondez a la máquina del tiempo. Alexéi es un hombre tierno, pero de profundas capas, difícil de transmitir sus emociones, por lo tanto la idea de cerrar los ojos e imaginar no era del todo “cómoda” para él. A pesar del nerviosismo Alexéi reconoció el sonido y logró transportarse a lugares y momentos de alta sensibilidad, debido a que ha vivido toda la vida en este territorio su viaje se escabulle por diversos rincones. Al terminar no deja de alucinar con el sonido, se siente inseguro si lo hizo bien o no y tampoco entiende mucho por qué se imaginó lo que imaginó.
Jueves, -mientras Aníbal viaja por el día a Porvenir porque perdió sus documentos- nos juntamos con Camila y su hijo Rafita, quien representa para Camila aquel testigo del futuro. Nos movemos a la piscina de Cerro Sombrero, aquella que Camila nadó en su infancia, y que hoy Rafita ve llena de polvo. Representar la idea del abandono y la dejación del espacio en este cruce generacional, es relevante para entender la realidad de este territorio y su porvenir vertiginoso.
Viernes, volvemos a vernos con Alexéi para recorrer los lugares que imaginó. Inevitablemente llegamos a su lugar de infancia, su casa en Cullen. Los cimientos de su casa son un escueto radier con confusas separaciones, ahí almorzamos y empezamos nosotros ahora a reconstruir Cullen en nuestro imaginario. Pero la idea no era quedarse ahí, sino entrar al pueblo y los lugares que bien conoce Alexéi. Permiso para entrar no teníamos, y es que Cullen sigue siendo hoy un lugar de trabajo y procesamiento de hidrocarburos, es más, sus comedores, gimnasios y algunas instalaciones siguen vigentes, no así las casas de las familias, que tan solo 2 o 3 siguen en pie. Estacionamos el auto en un lugar donde no puedan verlo y entramos encubiertos a este lugar, donde contrastan un comedor funcionando con una escuela abandonada, un gimnasio impecable y una iglesia casi en ruinas.
Sábado, nos juntamos con Edgardo y Adelina, aquellos viejitos que conocimos en la agrupación de adultos mayores, para saber más sobre unas luces que veían en su época pero que hoy ya no “vienen”. Increíbles historias que registramos para contextualizar el dispositivo de la máquina del tiempo en un relato paranormal que conecta los puntos que nosotros mismos no hemos podido conectar, pensando en la idea de la colaboración donde nosotros también participamos con las reflexiones que siembra el territorio en nuestros imaginarios.
Es domingo y el último día de Aníbal en el territorio, ya que vuelve a la realidad capitalina a ejercer sus labores de docencia. Para esta despedida invitamos a Maritza y Alexéi a cenar a nuestra casa y a compartir una larga noche por todo ese tiempo que nos demoramos en llegar a ellos. Tras la despedida comienza oficialmente la recta final de esta residencia.