En nuestro recorrido y reconexión con el territorio de Toltén, hemos estado atentos a encontrar las huellas y trazos de una memoria indígena que se asome o que se infiltre entre el relato homogéneo del “ser chilena” o “ser chileno”. Las prácticas y conocimientos ancestrales asociados a la agricultura endémica y los modos de relacionamiento propios del mundo rural del sur, nos avisan y nos sugieren otras formas de relacionarnos y de entender los ciclos vitales, así como la propia existencia. ¿Qué sucede con esta búsqueda, con nuestra intuición por lo lafkenche, frente a un contexto de festejo del patriotismo? ¿En que lugar de este festejo se sitúan aquellas y aquellos que se auto reconocen indígenas? ¿Existen otras posibilidades de entendernos como comunidad al interior de Chile?
Durante la celebración del aniversario de la primera junta de gobierno, organizada por las autoridades de Toltén, pudimos asistir a una celebración donde no solo la localidad de Toltén participó, sino que delegaciones desde Hualpín, Queule y Los Boldos, entre otros. Nos resultó interesante observar cómo la presencia indígena a pesar de ser mínima, está presentada más allá del folklor, sino como un pliegue necesario de visibilizar en el desfile. Asimismo, otras agrupaciones gozan de su espacio de reconocimiento: desde las delegaciones de colegios y liceos de la zona, pasando por los bomberos y carabineros, hasta los aficionados al “tunning” de motos y autos. En este espacio la chilenidad aparece presentada con muchos más pliegues que el discurso patriótico impostado que vemos en medios y en entornos más urbanos, donde la articulación del consumo parece vaciar de contenido toda manifestación cultural de un pueblo.
El 18 de septiembre en Toltén tiene muchos más colores que el blanco, azul y rojo.