Nicole Rozas
Frente a la plaza de Punitaqui se encuentra la Escuela Bélgica. Nuestros primeros acercamientos a la institución escolar fueron mediante difusión, pegamos afiches, invitamos a algunos profesores y poco a poco empezamos a ser personajes frecuentes entre los pasillos.
Una cuadra separa a la Casa de la Cultura de las aulas. Al llegar a Punitaqui conocemos a Consuelo Huerta, quien se incorpora a nuestro equipo y naturalmente crea el nexo. Cynthia Pereira, su madre, trabajó durante sus inicios en escuelas rurales de la comuna y actualmente es profesora del primero básico de la Escuela Bélgica. Fuimos creando vínculos, generando instancias, hasta que todo se concreta.
La primera actividad fue directamente con el curso de Cynthia, invitamos a los niños a realizar la prueba de nuestro Manto Andante. Témperas de colores, pincel en mano y un lienzo en blanco, todo el curso compuesto por 20 niños alineados frente a un gran pliego de papel. Deciden cuál hito de la ciudad quieren representar y a partir de un instintivo primer trazo todo el espacio se llena de dibujos
El Cerro Piedra, la plaza, la iglesia, el Cerro Grande, los molinos, el colegio, mi casa, el almacén, los bomberos, la farmacia, las micros, los autos, las bicicletas, la Casa de la Cultura, la Municipalidad, la feria libre, el puente, las corridas de caballos, el río, las flores, los animales, los pájaros y las personas.
La experiencia de dibujar hasta el límite de la longitud del propio brazo, extender la mirada en un horizonte infinito ante la mirada de un niño y olvidar la inseguridad ante el error. Invitarlos a crear, formar una composición más extensa que la fila en que vienen uno tras otro, agarrados del delantal cantando canciones en coro mientras cruzan la calle que nos separa. Estructura y orden que se rompe automáticamente al entrar a la Casa de la Cultura, se desbordan, se dispersan en el espacio e intuyen lo que viene, el pincel los invita.
Luego de esa primera jornada, los invitamos nuevamente a iniciar el manto definitivo. Vuelven los veinte niños y en catorce metros dibujan Punitaqui desde dentro, retratan en color azul la intimidad del hogar: la cocina, la habitación, el patio, la casa del perro y todos los microsistemas que lo componen.
Al día siguiente llega el 4° básico y en rojo trazan la fauna gigante de Punitaqui, aparecen caballos, lagartijas, arañas, perros, hormigas, gatos, cabras, dinosaurios, gallinas, pollos, huevos, murciélagos, pájaros y mariposas de 90 centímetros de alto que solo dejan de crecer cuando el pigmento del pincel topa la cinta adhesiva que une el papel al suelo.
Además de llenar de rojos animales nuestro manto, estos veinte niños son nuestros mini autores. En una de las primeras visitas a la Escuela Bélgica, sus cuentos tapizan uno de los muros del hall del colegio, recopilamos gracias a la disposición de la profesora Carol Belemmi, sus escritos y dibujos para crear dentro de nuestra colección de fanzines la edición de Pequeños Escritores, la cual compila relatos sobre sus madres, abuelitas y mascotas.
Con este trabajo concretado damos otro paso y los invitamos a escribir sobre Punitaqui. Después de la jornada de pinceles, los niños instintivamente empiezan a sacar sus cuadernos forrados, a compartirnos sus escritos sobre el pueblo, se organizan en círculo, se paran frente a la cámara a leer y aplauden entrañablemente sus creaciones. Los invitamos a conocer la biblioteca de la Casa de la Cultura, eligen sus tomos y descansan en torno a las palabras. Nos despedimos con la promesa de un próximo encuentro en donde vean sus cuentos publicados por primera vez.
Un nuevo día y volvemos a extender nuestro pliego de papel, esta vez el 2° básico es el encargado de retratar su comida favorita, aparecen pizzas, lechugas, tomates, helados, jaleas, plátanos, caldos y pescados en un verde constante. Enrollamos el pliego y finalizamos la jornada con nuestros primeros cuarenta y cinco metros de composición, nos esperan jornadas de familias gigantes, proyectos imaginarios y monstruos de Punitaqui.
Nuestro pliego de papel y los colores esperan la llegada de los próximos tres cursos que culminen la infinita trama de movimientos hechos forma, vestigio visual de un derrame de energía e imaginarios comunes y extraordinarios. Compañeros convertidos en color, texturas de niños que a mano alzada componen un Punitaqui a partir de una nueva generación de habitantes, la historia fundacional se mezcla con los nuevos relatos de la mitopoesía.