Con las vías respiratorias ya más despejadas, pero siempre acompañada de mi agüita con jengibre, partimos con AnaKaren a adentrarnos en un mundo que hasta el momento sigue siendo bastante desconocido para nosotras, ya que ninguna nunca hemos vivido cerca de grandes extensiones de agua, y la totora en su estado natural y en sus usos aún nos llenan la cabeza de interrogantes, pero lo bueno de esto, es que a la vez nos genera inquietudes y ansias para trabajarla.
Acompañadas de Ángel, a quien cariñosamente apodamos “Totoro”, y no solo por su parecido al personaje de Miyazaki, llegamos camino a San Vicente, al lugar que se convertirá en nuestro paraíso de totora y que compartiremos con la comunidad con el permiso de los patos y arañas que habitan el lugar.
La totora es ancestralmente un muy noble producto de la naturaleza y ha sido utilizada tanto como alimento, medicina natural, como para la fabricación de casas, adornos y una inmensidad de elementos de uso cotidiano. Hoy nos asombra en su extensión tan amigable con el medio ambiente en este lugar tan hermoso y tranquilo que Totoro nos enseñó y donde podremos ver crecer el fruto de nuestra Residencia. Para la comunidad, la totora se da en pequeñas dimensiones, y es aprovechada por artesanas como la señora Nury en una escala personal, pero que con la inmersión y el vínculo hacia este paraíso y recurso natural, veremos transformar sus expectativas en artesanía, en el proceso artístico que ansiamos.
Pd: Para nuestro alivio, la cosecha de la totora que se va secando, beneficia que la planta se siga propagando en su medio. La verdad es que nos alivia bastante saber que no terminaremos haciendo ningún daño.