En el reinado de la señora Luz Irene, todo es totora. Desde que la conoció hace más de veinte años, se enamoró, y desde entonces no ha parado de crear, experimentar y de deslumbrarse día a día con esta noble fibra. Nombró a su emprendimiento como su difunto hijo, para mantenerlo por siempre vivo en la memoria y en aquello que la hace tan feliz.
En su patio tiene un pequeño cultivo de totora, vive junto al paraíso/tranque con totora, en su casa tiene su punto de ventas, taller y maquinarias para trabajar la totora; a uno de sus perritos lo nombró Totora, y a pesar de que la conversación fue en su gran mayoría de lo locas que nos tiene esta fibra, quien logró conquistar nuestros corazones esta vez, fue el junquillo.
Siendo de la misma familia de plantas que la de mi amiga, el junquillo posee muchas diferencias, es posible que sean imperceptibles para algunas personas, pero al verlo, manipularlo, olerlo y hasta comerlo, pudimos percibir sus particularidades, darle un fuerte abrazo y llenarnos de ganas de incorporarlo de ahora en adelante a participar de nuestro proyecto.