Tan emocionante es leer sobre viejos trotamundos que hace más de cien años conocieron las tierras que ahora residimos. Cien años puede sonar antiguo, pero bien hemos aprendido en Magallanes que los segundos corren pausadamente, y si la realidad hubiese sido distinta, tal vez muchos de nuestros abuelos tendrían la sensación de caminar a pies descalzos por la estepa fueguina. Nos cuenta Darwin en su libro “Del Plata a Tierra del Fuego”, sobre sus primeros encuentros con Selk`nam, y si bien diferimos en el cómo describir o relacionarnos para con el prójimo, sus escritos transportan a una realidad que hoy parece ausente, al menos por estos lares. Una isla poblada por diversos indígenas con profundas costumbres que guardaban cada una de ellas una relación de armonía impecable con su entorno, la que va más allá de nuestro entendimiento y lógica, hoy sobreviven visualmente en meros murales y humildes referencias turísticas. Es por esto que nos atrae la idea de tensionar el pasado, el reemplazo de una cultura milenaria por las instalaciones industriales, extracción mineral, estancias, ganado y ovejas.