La lluvia de este día hizo que nuestras actividades en la comuna adquirieran ese sentimiento de compromiso y apego, y demostraran en nuestra impronta, el ímpetu que pulsa nuestro espíritu artístico. Por este tipo de situaciones, algunos tienden a pensar en suspender actividades. ¿Vamos a ir igual? Obvio que sí. Partimos hacia la Puente Alta.
Junto a la escuela de Raúl Ramírez, en el canal en donde fue construido el puente alto, había una copiosa mimbrera esperándonos para que podamos regocijarnos con nuestros nuevos conocimientos sobre fibras vegetales. Felices por el par de vueltas que la ramita dio por nuestras manos, esta vez decidimos no cosechar para no espantar a nadie de la escuela con las ramas que parecen salirnos de la cabeza cuando las metemos a la mochila.
Raúl Ramírez es una escuela artística, posee un programa de música que es el orgullo de la directora y administración. Al salir, parecía que nos alejábamos de una fiesta de Baile Chino, con la cantidad de flautas sonando al interior de las salas de clase. En Guacarhue, la escuela Amparo Rayo Horta, latía al ritmo de Axé Bahía y los mejores éxitos bailables de los noventa.
Nos quedamos pensando que no preguntamos por qué estaban en celebración en la escuela de Guacarhue, a pesar de que estuvimos un buen rato presenciando las coreografías de las profesoras y las bandas de niños. Don Miguel, el director de la escuela, recibió entusiasta nuestro proyecto, argumentando que los niños están deseosos de vincularse con su patrimonio, con las raíces de su propia tierra y un trabajo artístico que integre estas temáticas. Cruzamos la calle y nos devolvemos a nuestra casa habiendo ganado dos importantes aliados.