Sentada en la sala de embarque, pienso en lo importante que es detenerse, respirar y pensar/imaginar hacia dónde vamos. Desde la visita a terreno ya han pasado algunos meses, mucha vida entremedio -hasta la muerte en lo familiar- y entre el ajetreo del 18, las despedidas y las compras/trámites para el viaje, la caleta parecía difusa, solo una idea.
Trato de situarme, imaginariamente en la caleta. Aparecen imágenes de la visita a terreno, la misa de la fiesta de San Pedro, las ganas que la señora Pati tenía de mostrarme las ruinas de Huanillo -tantas, que finalmente me llevó-, la salida a recolectar huiro, las fotografías antiguas con las que llegaron algunos miembros de la comunidad el día en que nos reunimos, donde además hablaron sobre lo unidos que fueron alguna vez. Recuerdo también la excursión al cerro con los niños y los perros, donde pudimos llegar hasta las letras hechas con conchas, con las que el profesor de Educación física de la Escuela de la caleta y sus alumnos, intentaron escribir “San Marcos”, lo que finalmente quedó en “San M”. La comunidad comentaba que es un proyecto inconcluso y a mí me pareció una situación tan simbólica, un nombre -el elemento identitario esencial- inconcluso, en un lugar tan visible, parece que representara su situación, una comunidad que identifica su propia importancia a nivel nacional en lo histórico y lo social, pero que se ve invisibilizado por el debilitamiento en el ámbito comunitario que ellos mismos reconocen.
¿Qué habrá pasado en la caleta desde que estuve allí?
Jeny, la presidenta de la JV, me comentó por teléfono que en la última reunión algunas personas estaban preguntando respecto a qué había pasado con la residencia -demoré un poco más de lo previamente establecido, ¡pero aquí voy!-. Qué agradable partir así, sintiendo que hay ganas de hacer cosas. Hay tanto por compartir entre nosotros, tantas cosas que aprender de esta comunidad, que como ellos mismos manifiestan “hacen patria” en este punto del país y que a mí parecer, son escritores de la historia, esa historia que se escribe con sacrificio y trabajo duro, entonces, ¡caleta de historia!, he aquí el nombre del proyecto, que utiliza la palabra “caleta” en sus dimensiones como sustantivo, que nos sitúa en el lugar, y como adjetivo cuantitativo, para indicarnos la abundante riqueza cultural e histórica de esta comunidad.
Ya desde el avión, va quedando atrás la agitada vida santiaguina y los verdes del valle central van progresivamente desapareciendo para dar paso a las mezclas entre amarillo, naranjo y café. La cordillera se ve preciosa, y nunca deja de sorprender lo mágico que es pasar por entre las nubes. Una vez en Iquique, llega la primera etapa, la adquisición de implementos, materiales y herramientas para el trabajo y para la subsistencia.
Comparto con ustedes, algunos registros de aquella visita a terreno y la arenga que los pequeños quisieron hacer el día en que Chile jugó la final de la Copa Confederaciones, el mismo día en que subimos el cerro.