BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Petrificando tiempo Putre - Socoroma, Arica y Parinacota - 2017 Residente: YY / Colectivo YACHACHINAKUY
Publicado: 13 de octubre de 2017
Pictografiando

La semana pasada comenzamos la primera jornada de creación colaborativa donde la llegada de un grupo de mujeres nos generó sorpresa y al mismo tiempo una alegría inusitada. Sin haber intencionado una convocatoria «separatista», sucedió y coincidió con el hecho de que veníamos cuestionando ya hace unas semanas los roles de género en la comunidad, entre conversaciones con vecinas que nos revelaban numerosas historias de opresiones domésticas, nos preguntábamos cómo abordar ese tema, cómo direccionar el proceso de creación de obra de la residencia hacia una reflexión en torno a la violencia género, sin instrumentalizar el tema sabiendo que el tiempo que tenemos es demasiado poco como para poder profundizar ahí con todas las complejidades que implican. Así, espontáneamente aquel día llegó un grupo de mujeres curiosas de diversas edades.

Posterior a aquel encuentro estuvimos toda la semana reflexionando en torno a la posibilidad que se nos daba de intencionar la residencia mediante una perspectiva de género. Estuvimos buscando material audiovisual para comenzar a discutir algunas temáticas, imaginando cómo la obra resultante de la residencia podría ser el medio en el que estas mujeres plasmarán sus voces, sus relatos, sus historias al fin. Fantaseábamos con la posibilidad de la creación de una obra donde ellas contarán la historia no oficial de Socoroma, dibujándola en piedras del territorio, una historia no lineal o académica -como la historia ya contada por hombres socoromeños- una memoria circular graficada en rocas inamovibles.

Desde el comienzo de la residencia hemos estado estudiando y reflexionando en torno al proceso de chilenización en el sector y ahora pensábamos, cómo relatar esa historia desde los ojos de las mujeres. En este proceso, hemos llegado al tema de la lengua aymara, sobre cómo históricamente en toda Latinoamérica la lengua siempre ha sido protegida por las mujeres, al ser ellas relegadas tradicionalmente al espacio íntimo del hogar y la familia se han transformado en portadoras del lenguaje ancestral (como también muchas veces, de las tradiciones y costumbres), en este sentido, al estar el hombre, vinculado generalmente al espacio público, las relaciones sociales y la dirigencia política son usualmente los primeros en aprender el castellano. Obviamente esto en Socoroma ya no sucede tal cual, hoy las mujeres participan de los espacios sociales al igual que los hombres, no obstante, hemos conocido sólo mujeres que hablan aún aymara y a ningún hombre aún. En general las historias con la lengua vinculan a la madre o a la abuelita, mujeres que se resistieron a aprender castellano y que vivieron toda su vida aguantando la represión del Estado frente a sus costumbres.

Con estas ideas en la cabeza, nos reunimos nuevamente esta semana, a las mujeres que ya habían asistido las invitamos una a una y escribimos el usual letrero en la sede para convocar de manera general. Llegaron inicialmente 6 vecinas y cuando estábamos comenzando se asomaron dos hombres jóvenes por la ventana preguntando si podían integrarse. Obviamente les dijimos que participaran. Los dos son bolivianos, nos contaron que se encuentran realizando obras de construcción en el poblado de Zapahuira y que están alojando en Socoroma, se mostraron muy  interesados en el dibujo.

Pese a las dificultades habituales que implica vincular a grupos de adultos con el dibujo, esta jornada fluyó activamente entre historias y risas. Las mujeres más mayores tuvieron reticencias al principio, pero vimos cómo la motivación de los dos bolivianos les generó curiosidad y finalmente eran las más entusiastas dibujando junto a ellos. Como era la primera vez que hacíamos un ejercicio práctico, partimos con lo que nos parecía más simple, graficar la naturaleza, el entorno, los animales, aflorando paisajes, mitologías y cruces andinas entre otras. Todxs coincidían en que no dibujaban desde su infancia y que les gustó mucho volver a retomarlo, los bolivianos nos preguntaron si podían regresar ya que querían aprender técnicas de dibujo a lo que obviamente respondimos que eran bienvenidos. Consideramos que fue muy positivo que participaran ya que los relatos surgidos en la instancia se complementaban perfectamente con los relatos particulares de ellos, expandiendo los límites geográficos del imaginario y vivencias del mundo andino.

Ya finalizando la jornada, llegaron dos vecinos mayores y curiosos, también se integraron y dibujaron un mapa del sector donde surgieron un par de historias. Finalmente tuvimos una convocatoria de 10 vecinxs, que dio un gran vuelco a la perspectiva de género que planteábamos inicialmente. Desde nuestra experiencia sabemos que si es difícil plantear esos temas, es aún más en espacios mixtos. Pese a ello, decidimos intentarlo igual en las jornadas que se avecinan, por lo menos desde el tema de la lengua aymara podemos comenzar a construir algún relato común con una perspectiva de género.

Vinculado a esto, por las calles del pueblo se oyen a menudo relatos sobre postulaciones a fondos públicos que hacen uso del nombre del poblado, «no se ve ni un peso, se mojan entre ellos principalmente los de Arica» relatan vecinxs, cuentan que abusan del desconocimiento de los y las más antiguas que no tienen acceso a verificar en que y como son administradas las platas.  Las dificultades para poder generar ingresos al interior del pueblo son muy difíciles, debido al aislamiento y el poco tránsito de personas. Como hemos visto no son más de 25 personas las que realmente viven en Socoroma, el resto entra y sale uno o dos días a la semana. Creemos que es por eso que el proyecto le llama la atención a la comunidad al abrir la posibilidad de continuar luego una producción artesanal en piedra de manera autónoma.

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