Luego de estar donde Nancy tiñendo lanas y aprendiendo de las cortezas de árboles, raíces y hierbas que dan pigmentos similares a lo que nos rodea de agua y junquillos, tomamos una micro hacia Toltén para recorrer el río Boldo hacia la costa y los humedales que se abren generosos como brazos del lewfv. Navegamos en un bote lentamente por medio del río Boldo: las garzas blancas nos orientaban a disfrutar del viento tocarse con el bosque de canelo que crecía a la orilla del agua, algunos arrayanes se aparecían entre nuestro recorrido. Impresionante ha sido observar y vivenciar la relación del agua y el viento, del contacto con las hojas de árboles, del sonido y aroma específico de aquel momento.
Eso nos ha hecho reflexionar sobre el lafkenmapu, como materialidades del agua con las que nos tocamos y dejamos vibrar. La relación con el agua y los ngen ko que nos rodean tienen que ver con un principio de relacionamiento que se establece entre todas y todos los que habitamos cerca de extensiones de agua que fluye.
Desde esta perspectiva, la denominación “lafkenche” podría exceder su traducción literal de “lafken” como mar y “che” como gente, para poder ensayar algo que hemos visto y sentido, así como también lo hemos conversado con varias papay y chachay de algunas comunidades cercanas al lewfv Toltén. Las grandes extensiones de aguas son fuente de vida y de complejos ecosistemas que mantienen el itrofilmongen como parte de un balance de vidas coexistiendo. De esta manera el az mongen establece una relación del entorno donde la humanidad es una parte más de todo el mundo. Nuestra humanidad está excedida de no humanidad, en eso devenimos átomos, en partículas, en relaciones y conjuntos.
El mapuche rakizuam tiene una noción del che mucho más amplia de cómo percibimos la humanidad occidental, por lo que insistimos en pensar las materialidades del agua como posibilidades de relacionarnos con los ngen que habitan en las multiplicidades del lafkenmapu. Dentro de la relación que hay con el agua es que aparece lo que llamamos lafken, como aguas que cubren grandes extensiones de tierras, y por ende, nuestro cotidiano gira en torno al agua y a los ngen ko que habitan también ahí. Aguas que fluyen como el mar, también lo son lagos y ríos caudalosos con sus desembocaduras y fotrako (humedales). En la zona de Toltén esta relación está presente en la multiplicidad de espacios donde transitan los ngen ko, el maremoto de 1960 nos recuerda cómo lafkenmapu, y también lo lafkenche vivió una experiencia que removió todo, destruyendo la ciudad de Toltén. Nuestro pueblo siempre construyó sus viviendas en pequeñas colinas y en los nudos montañosos que bordean el océano, el río Toltén y Boldo, los humedales y pantanos. Aguas que tienen una memoria que excede el tiempo y entendimiento humano. Cada cierto tiempo el mar entra por las tierras y se mezcla con el agua dulce, por esa razón muchos lugares se inundan y propician que se produzca la vida en complejos ecosistemas de agua dulce, salobre y salada. Esa es la variación de la vida por estos lados, donde muchas aves migran para anidar sobre los humedales y desembocadura del río, o donde pastan las ovejas y vacas por las zonas de vega, inundadas, pantanosas y fermentadas.
Entre totorales oscilan los ngen ko, colindando praderas de pastoreo y bosques de temu, pequeños esteros por donde se baja desde Boroa sur, Chanquin o Puralaco. De fondo a tanta potencia está el cordón montañoso lleno de monoplantaciones de eucaliptos, seriados uno tras otro, sus hojas se mueven con una espesa lentitud. Nos sorprende ver los humedales y los ríos, comprender durante largas horas de navegar lento que sus cerros son como serpientes entre tanta agua y abundancia de complejos ecosistemas. Nuestra humanidad se excede por la experiencia con los ngen ko y sobre los humedales que vamos recorriendo. Sobre estas cuencas fluviales crecen bosques nativos de michay, luma, triwe, quilo, coihe, pitra. Pero también la hierba mora, llantén, huiro y totora. Así de grande es nuestro itrofilmongen, nuestra multiplicidad de ser lafkenche. Cuán significativo es vivenciar este recorrido en bote por los humedales, observando atentamente los grandes filtros de agua donde los ngen ko musitan fermentando, haciéndonos palpar la fisura del barro cuajar lento entre los totorales que absorben la calidez del viento tocarse.