Salimos a recorrer el territorio junto a dos mujeres del grupo en búsqueda de piedras que cumplieran con las características para su intervención. Las vecinas propusieron ir por el camino en dirección a los Pusiris, de modo que su intervención quedara visible y pasara a formar parte de un recorrido que pudiese guiar la comunidad. Bajamos por el camino al río, encontrando distintas posibilidades, subimos por el cerro inspeccionando los rincones, entendiendo la diversidad de piedras, los colores, las texturas, las piedras que se descascaran, las porosas, en las que se reproduce la flor de las peñas, hasta la piedra «sarnosa», piedra que se cree que al tocarla te contagias con sarna.
En el camino encontramos lo que parece ser un petroglifo, las vecinas reconocieron rápidamente a un pato dibujado, bastante corroído y a mal traer en una gran roca. El territorio nos muestra diversos nudos que concentran imaginarios y exhiben huellas de antaño petrificadas. Trashumancias, comunidades que se desplazaron del Tiwanaku a la costa y viceversa, por cientos de años. Las pastoras que comparten este paseo junto a nosotrxs, fluyen cotidianamente entre caminos troperos, con un conocimiento suficiente para interpretar las señales de los caminos.