BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Álbum de Mitopoesía Documental Punitaqui - Casa de la Cultura, Coquimbo - 2017 Residente: Colectivo Estudio Repisa
Publicado: 30 de octubre de 2017
Reflexiones en torno a las herramientas. Documental, memoria, relatos y derivas.

La construcción de un álbum implica no tan sólo un cúmulo de tomas que testifican la existencia de un período anterior, un álbum (nuestro álbum, mitopoético) se construye a partir de cuerpos modulares con una fisionomía abstracta, me refiero a su sentido documental, tiempos en reversa, episodios cruzados, rememoración de los mitos antiguos y no tanto, ahí reside la memoria, en la viva interpretación del presente que muta de manera ineludible en busca de un encuentro histórico. La participación a través del diálogo se convierte en la columna vertebral de una metodología flexible, propone al registro la posibilidad de ser bitácora. Ahora bien, la memoria no es elocuente, mucho menos lineal, la deriva sugiere un tránsito que se soporta tanto más en el conocimiento del entorno que en el propio registro de situaciones “documentables” per se. El montaje aporta como yuxtaposición de instantes, en un pueblo pequeño, aquellos instantes son lugares comunes, cotidianos y el registro funciona como medio de intercambio, como puente cuya finalidad dista de ser la confección de una pieza elaborada en su sentido narrativo. La narrativa como construcción de relato histórico reside en la pertenencia cultural de cada individuo, debemos por tanto aprender a leer entre líneas a partir de un mapa social, invisible a los ojos de la inmediatez y el espectáculo.

Los instantes (tomas) conectan entre sí cuando el entorno, el paisaje y los oficios, parecen ofrecernos un origen similar, la exuberancia natural del valle que rodea Punitaqui es sin duda una permanente revelación; piedras monumentales, el estero de extensa proporción ahora sin agua, la herencia de Los Mantos y la producción minera a pequeña escala pero en gran cantidad de faenas que van dejando túneles a lo largo de los cerros. Todo eso está marcado en la comunidad, separada en dos sectores fundamentales que revelan dos temporalidades de un mismo pueblo.

A medida que el trabajo avanza, comprendemos la dinámica, es también el trabajo un proceso de adaptación y distensión, encontrar surcos, darles cauce para reinventar aquella imagen común. Ser foráneo es similar a desconocer, atravesar un paisaje impropio, vale decir un cuerpo o bien preguntarse, ¿Es el paisaje un constructo que cambia en la medida de las emociones de quienes lo habitan? Territorio y persona, símil alma y cuerpo, comprende una metodología basada en el ofrecimiento, básicamente de tiempo creativo. Las actividades van dejando constancia de un recorrido, poco a poco se van involucrando más actores y Punitaqui se transforma en la diégesis de una película en vida, expandida a los medios propicios para un encuentro cercano. Las cámaras salieron a la calle a imaginar Punitaqui, curiosa dicotomía, cámaras de cartón reciclado proyectan hacia dentro de sus operadores una ficción mientras los sucesos, el carnaval, el cine, hablan de un pueblo habitado años atrás donde ese tipo de eventos ocurrían, eran habituales y además ayudaban a construir comunidad.

Niños, jóvenes, mujeres, hombres, ancianos, se suman al trabajo participativo en actividades diversas que en su conjunto van elaborando una obra de proporciones. Es entonces que salen a relucir los oficios y las personas agrupadas de una u otra manera, demuestran su carácter cultural y trascendente, tejedoras, bordadoras, agrupaciones musicales, bikers, comparsas, conmovedora experiencia que destaca la importancia de la actividad artística y cultural en la conformación de la identidad, el afán y la alegría que proyectan estas imágenes en zonas alejadas de las grandes ciudades, otorga sentido. La memoria es móvil, se construye desde el presente en un viaje retrógrado sellando también un impulso en las nuevas generaciones. En primera instancia era reconocer el territorio, segundo, proponer un trato, convenir un medio de auto reconocimiento y hoy, profundizar en dinámicas y reunir todo el material entregado por la comunidad para continuar construyendo en conjunto.

Punitaqui, pueblo de carácter sencillo, destaca la tranquilidad, es lo que dicen acá, lo cruza de punta a punta un estero que por seco no deja de ser la columna emocional, abismado ante la presencia de un Cerro Grande visible desde todas las esquinas, todas las ventanas, descansa sus tardes en dos plazas centrales, Pueblo Viejo y el Punitaqui nuevo, mira hacia lo profundo de los túneles pirquineros, recuerda con dolor el 97, con soberbia la California, con anhelo Los Mantos y la Delirio, se expresa en la radio que suena en cada casa y consta de una conformación social humana aún muy tierna en relación a la ciudad, paciente, sin presiones atormentadas de progreso, un día a día de 30º C, vientos profundos, atardeceres naranjos, noches estrelladas en el Cerro Piedra, caminatas extensas hacia las localidades rurales, vírgenes ambulantes que pasan la noche en las casas, cantores populares, poetas, próceres feministas, pueblos originarios cuya historia data de 3.000 años, en resumen, un conjunto de vidas abiertas al testimonio.

 

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