Creo que las cosas más valiosas para mí al tener la oportunidad de realizar esta residencia, es el poder conocer cómo se vive en un lugar como este, compartir con personas que en mi entorno jamás podría haber conocido, apreciar sus labores, oficios y saberes, vivir un ritmo local, entender mi propio país; y para lograrlo, de cierto modo, te sumas a un todo.
A pesar de la tranquilidad que encuentras en este lugar y la aparente calmada vida de sus habitantes, existe un ritmo más intenso en lo interno. A pesar de que la comunidad se encarga de no involucrarme en estos asuntos, de uno u otro modo logro percibirlos. El consumo de drogas y de alcohol son temas potentes aquí y traen consigo un montón de consecuencias de las que es casi imposible mantenerse al margen. Por supuesto, no pretendo hacer juicios morales ni nada similar, pero se hace difícil controlar la expresión del impacto que te produce, el descubrir prácticas que para tu realidad podrían ser muy dañinas para ti y cercanos, pero que aquí están completamente normalizadas.
Parte de ese todo, es también vivir las dinámicas de la comunidad. Pasan cosas, cosas importantes, cosas insignificantes, cosas que se relacionan con la residencia, cosas ajenas a esta, cosas públicas, cosas privadas. No importa la cosa que sea, se generan opiniones y comentarios que te llegan -aunque no quieras- de primera fuente o de otras, y esto, que es parte de la dinámica de esta comunidad, puede volverse muy intenso emocionalmente. Por otro lado, es difícil tolerar comentarios peyorativos y escasamente juiciosos sobre personas, solo por su condición de extranjero/a residente aquí.
Qué importante es la vinculación con la comunidad, de uno mismo, que es la cara visible de un proyecto, basado en un proceso, que necesita establecer lazos de reconocimiento y de confianza, pero cuando te enfrentas con una comunidad con dinámicas tan intensas como las que aquí se viven, ¿hasta dónde debe llegar esa vinculación? ¿Cómo establecer los límites para realizarlo? ¿Cómo detenerse en ese acercamiento, cuando vez que está sobrepasando tus propios límites, sin enfriar la relación que estás logrando?
También hay cierto grado de sobreexposición. Todos te conocen, pero tú no los conoces a todos. Pasas a ser la “artista de la caleta” -como me presentaron, con mucha gracia, ante los paramédicos de la posta- pero… ¿y qué es un artista? ¿Quién define si lo soy o no?…
Cuando aquí se realizó el levantamiento de información territorial, se habló de que vendría un/a artista a trabajar con esta comunidad y al parecer eso generó expectativas. Aquí en la caleta, he descubierto dos definiciones para este concepto: uno -de los más esperables- una especie de estrella, un “famosillo”, quizá un músico o actor reconocido de televisión por ejemplo; y dos -la más curiosa- una persona que viene a comprar productos del mar a los pescadores y se va sin pagarlos –“se hizo el artista”, dicen-. Aunque lamento decepcionarlos y no ser la “Rock Star” que esperaban, es una situación me ha causado mucha gracia, principalmente porque el título de “artista” tiene un peso muy grande para mí y yo nunca me he auto-definido como tal. Me parece extraño autodenominarme así, es un título que le doy a seres que admiro. Así que, es curioso como la comunidad se está acostumbrado a esta nueva definición de “artista” que por ahora es una inmigrante temporal, una niña que “se viste extraño” y “que vino a invitarme a participar a una cosa rara” -como escuché por ahí-.