La lluvia no cesa, aun así llegan temprano esperándonos afuera del galpón. Janette junto a Manuel prendieron el fogón para mantenernos con calor durante la mañana. Poco a poco comenzaron a llegar y a sumarse a la conversación espontánea, llega Ana, Carmen y Hortensia. Calentamos el agua para el mate y en la mesa todas ponen la comida que llevan para compartir. Nosotros las esperamos con xankun mvrke (preparación dulce de miel, harina tostada y ralladura de naranja), queso y pan. Hablamos sobre comida y de la lluvia.
Luego de desayunar, nos pusimos manos a la obra. Comentamos los conocimientos que cada una tenía sobre el wixal, la mayoría había tejido pero no lo recordaban; otras habían ido a una capacitación donde les enseñaron algunas técnicas, pero nunca pudieron memorizarlas dada la rapidez del curso, ni comprender en profundidad los significados del arte textil. En eso, nos detuvimos largo rato a contarnos nuestras vidas y primeros recuerdos de nuestra relación con el textil, mientras hacíamos una ronda de mate. Nancy nos contó cómo su abuela les hacía pasar las manos y muñecas por telas de araña en las mañanas antes de ir a la escuela. Telas de arañas humedecidas por el rocío que tocaban su piel para despertar interés por aprender a tejer. Así pasaron sus infancias: caminando hacia la escuela, ya sea desde Puralaco o Pocoyán, largas horas de espera, de paciencia y contemplación.
Nos pusimos a urdir y a comentar lo que habíamos hecho la sesión anterior. Mientras urdíamos en silencio, nos sentimos muy acogidos de estar compartiendo con cada una. Luego de eso comenzamos a dibujar en ñimikan, mover las hebras y hacer que el dibujo flote, contenido por las dos hebras que contienen el color base. Flotando se abre paso al dibujo que habíamos diseñado sobre cuadrículas, moviendo los dedos con mayor agilidad, aprendiendo a leer-escribir otras materialidades. Fue una mañana de mucha concentración.
Las primeras líneas del ñimikan costaron, porque a varias se les hizo complicado comprender cómo funciona ñimikan, cómo excede su técnica para hablarnos y dejarse desviar entre nuestros dedos que dibujan flotando. Torrentes de memoria en los dedos, miradas atentas: juntarnos a tejer nos implica y nos permite fortalecer lo que se ha generado. El dibujo que escogimos fue un wanglen (estrella), nos gusta imaginar que tejerla en conjunto es también tejer una constelación, que se ha urdido en estos meses de trabajo colaborativo. Aquí todas tienen algo que decir, algo que compartir.