Llegamos al galpón a las 9:05, un poco atrasados a nuestra reunión. Habíamos acordado vernos a las 9:00 de la mañana la noche anterior con la señora Blanca, quien es además la presidenta de la Mesa. Un poco nerviosos e inquietos nos desplazamos por Nueva Toltén caminando hacia nuestra primera reunión presencial con la Mesa. Habíamos estado en contacto, mediante teléfono y redes digitales, pero no sabíamos muy bien cómo iba a fluir la reunión después de más de un mes y medio sin vernos. Entre medio de los alaridos de las bandurrias que abundan en la plaza donde se toma el bus para Santiago y para Temuco, caminamos rápidamente al encuentro.
La última vez que nos vimos habíamos conversado extensamente sobre las labores productivas y culturales que realizan, les contamos sobre nuestras ideas y sensibilidades, sobre las condiciones de la residencia, además de compartirnos entre nosotros parte de nuestras historias de vida. Camino a la reunión conversábamos y recordábamos todo esto, además cómo nos sorprendió que la primera frase que nos dijo la señora Blanca fue que ellas se asociaron pues necesitaban tener independencia económica de sus maridos. Nos contaron que tenían un principio de no competencia entre ellas, es decir, cada una se dedica a algo que no interrumpe ni reemplaza lo que ofrece otra de ellas. Esto nos sorprendió, por la lucidez, la potencia y la capacidad de autonomía que pudimos observar en su empoderado discurso. Para nosotros esta fue la señal de que con ellas debíamos trabajar, pues el nivel de organicidad, solidaridad y autonomía que la Mesa de la Mujer rural posee, era y es algo que produce la más profunda admiración en nosotros.
Ya llegando al galpón, que se encuentra al frente de la garita de buses, pudimos observar el gran avance que habían logrado en remodelar y readecuar el espacio para convertirlo en un gran fogón cercado con piedras de río, con una hermosa campana de aluminio colgando de cadenas, puesta perfectamente encima, estaciones de venta o de servicios hechos en madera alrededor del fogón y una enorme cocina en el fondo. Pudimos ver apenas hicimos contacto visual con la señora Blanca, que estaba ella y otras de las Mujeres presentes, llenas de orgullo. Se trata de un logro que les ha costado años y años de organización y levante a pulso. Nos reencontramos así con la señora Blanca y la señora Marta. Las otras tres mujeres presentes se encontraban profundamente atareadas, solo pudimos saludarlas cordialmente antes de sentarnos a conversar con la señora Blanca y la señora Marta.
Nos ofrecieron un mate, el que aceptamos con gusto. Y así la conversación fluyó. En la última reunión que sostuvimos habíamos acordado que trabajaríamos a través de relatos y fragmentos de memorias o historias biográficas o colectivas asociadas tanto a las integrantes de la Mesa de la Mujer Rural, como al contexto general de Toltén, en medida que como colectivo se considerara su pertinencia. En ese momento hablamos del video documental, de fragmentos audiovisuales y de una edición de postales, sin embargo, reforzamos la idea que el resultado tendrá más que ver con lo que se decida de forma colectiva, donde nosotros seremos facilitadores y un apoyo tanto en el diseño, producción e implementación. Nuestra sorpresa fue muy grata al darnos cuenta que las Mesa se encontraba ya muy organizada en torno a la recopilación de relatos, pues si bien habíamos acordado ir avanzando, nos encontramos con un plan detallado donde cada integrante se encontraba en proceso de escritura de un borrador de la historia que quería contar. Quedamos muy contentos pues el compromiso tácito que hicimos en Julio, tanto para ellas como para nosotros, ya estaba latente y comenzando a tomar forma.
Mientras mateábamos, hablamos de historias del mundo lafkenche, de relatos que se han pasado de generación en generación, de recetas específicas de la zona, de hortalizas endémicas y los trucos para sembrarlas. Comenzamos a visualizar en conjunto la materialización de un proyecto muy bello, que además de presentar un aporte a la identidad cultural local, comenzó ya a ser un proceso de involucramiento afectivo para nosotros y ellas, como un colectivo de trabajo. Nos dimos cuenta que estaban más relajadas y cómodas con nosotros, y al mismo tiempo pudimos aclarar muchas dudas que ellas tenían respecto al proyecto, lo que es un avance primordial en la dirección de la confianza que este proyecto requiere. Les contamos que Constanza Araya, periodista mapuche, vendrá durante un mes a trabajar con ellas y con nosotros. Esta noticia generó mucha expectativa pues comenzaron de inmediato a planificar los días en que Constanza se quedaría con ellas en las diversas casas, para poder ir contándole de a poco más historias. Nos dimos cuenta de la importancia que la solidaridad de género tiene, especialmente en un contexto rural marcado por la violencia intrafamiliar, ya sea física, sicológica o económica. La intimidad que ciertos relatos y ciertas historias requieren para salir de la boca de cada uno, en este caso, necesita de una solidaridad entre mujeres. La presencia de Constanza será ese catalizador de las memorias, pues les contamos que justamente su labor será ayudarles a escribirlas, a estructurarlas, a convertirlas en un fragmento de su experiencia puesta al servicio de la visibilización de la identidad de mujer Lafkenche y/o campesina en Toltén.
Nos fuimos del galpón eufóricos, contentos y con muchas ganas de poder contribuir de forma real a lo que hacen, desde el arte como un medio de construcción comunitaria, de reforzamiento afectivo y político de las ideas y sentires del colectivo de la Mesa, así como del pueblo de Nueva Toltén. Llamamos de inmediato a Constanza para contarles lo bien que iba a ser recibido su trabajo y su aporte, le transmitimos la euforia y la ilusión que tenemos de generar en conjunto, un positivo impacto en el territorio.