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Residencia: Lugares comunes Nenquén - Palmilla, O'Higgins - 2018 Residente: Colectivo Al muro
Publicado: 9 de noviembre de 2018
Imaginando Nenquén en tiempos remotos, desde el relato de Sra. Juanita

La señora Juanita es la presidenta hoy en día, del Centro de Adulto Mayor de Nenquén, llegó hace 39 años a vivir a la zona luego de contraer matrimonio con Don Fernando, su marido, quien junto a su familia vivían en Nenquén.

Ella y su familia de origen eran de San Vicente de Tagua- Tagua. Llegó a Nenquén como una absoluta forastera y para ese entonces todo le parecía nuevo, diferente y extraño…

“Como un extranjero en tierras desconocidas llego a Nenquén. La calle es de piedras y los pocos y casi nulos automóviles que transitan, pasan despacito, el camino esta en muy mal estado.

Es invierno y la calle se ha convertido en barro.

Al comienzo de la calle de Nenquén, potreros y plantaciones de perales me dan la bienvenida, entre ellas alcanzo a notar peras asiáticas y peras manzanas, según noto son de exportación. Es campo, campo, campo. Tierra por todos lados. Vacas, caballos, animales paseándose por todos lados. Se siembra arroz, papas, hay viñas de uva de mesa y de exportación también.

Hay una que otra casa entre los caminos. No hay alumbrado público, y la oscuridad y soledad se siente profunda de noche.

Al otro día despierto y miro bien la casa donde alojaré para formar mi familia. Es una casa grande de adobe, con techos de tejas y con corredores por los costados que dan al jardín. Por la calle, se aprecian las demás casas, todas son inmensas y muy bonitas. Con jarrones y hermosos asientos donde se sientan a descansar la tarde. Los niños corren por el patio libremente.

En mi casa, la manera de abastecernos de agua es por noria y me he enterado que no todas las casas cuentan con ella, sino que algunas tienen pozos. Me imagino lo complicado que puede ser para algunos conseguir agua.

Ya han pasado unas semanas desde que llegué a Nenquén. Hoy es domingo y falta poco para la hora de almuerzo. Salgo al patio y veo que de cada casa sube el humo de asados y de encender la leña de los hornos de barro. En mi casa, también se ha encendido el fuego y nos prestamos a meter las empanadas y pan amasado. Una vez listas las meriendas, los vertemos dentro de grandes canastas de mimbre, llenando completamente este contundente festín. Además hay para comer arrollados de huaso, cerdo, prietas, plato de chicharrones, queso de cabeza, sopaipillas, todo esto se prepara también pensando en los vecinos, pues tenemos la costumbre de compartir lo que se concina en cada hogar. Los niños e hijos son los emisarios para intercambiar la comida. Así llega a la casa, comida que este día no se preparó.

Mi vecina, por ejemplo, tiene una vaca y le saca su leche y la vende. Vienen de otros lados a buscar queso, leche y otros derivados. Entonces, ella nos da queso cuando tiene y nosotros le damos cerdo cuando tenemos. La comida se comparte. Así como la comida que se cosecha. De esta forma, todos tenemos comida y de distintos tipos.

En los meses que llevo acá, me he asombrado de la convivencia y compañerismo. Se crean encuentros espontáneos, donde nos reunimos a conversar. El club deportivo es otro lugar de reunión, donde niños y adultos juegan a la pelota y quedan todos entierrados. Es otro espacio donde nos juntamos a conversar y compartir con comida, que cada uno lleva desde su casa.

En primavera, me han dicho, se escoge a la reina de Nenquén y se realizan distintas actividades.

El campo es muy bonito. Me gusta salir a caminar, ya hacia el final del camino, hay un arco de árboles que llegan hasta el cerro. Al paso hay más plantaciones de maíz, maravilla, arroz, papas, entre otros. Es hermoso.

A pesar de lo extraño que todo me parecía hace unos meses atrás, ya con el tiempo me ha parecido un lugar muy acogedor y perfecto para mi familia.

Nenquén se ha convertido en mi nuevo hogar”.

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