Luego de haber estado durante la semana anterior investigando el paisaje de Quilleco, sus recorridos y coordinando reuniones con la comunidad, llegó Felipe Oliver a apoyarme en el proceso de residencia. Juntos emprendimos el viaje hacia el sector del Piedregal en busca del origen de las aguas que circundan el pueblo de Quilleco. Caminamos entre cerros, bosque nativo, sonidos de aves y sapos, pasando por algunas lagunas y riachuelos, viendo a la distancia la cordillera y en el perímetro cercano el monocultivo forestal.
Muchos riachuelos van conformando el estero de Quilleco, que pasa por atrás del pueblo que recibe el mismo nombre. El río va adquiriendo cada vez más caudal con otros riachuelos que se le unen a su paso. Especulamos que el nombre de Quilleco “Agua de lágrimas” en su etimología mapudungun hace referencia a la imagen de los riachuelos que transitan entre los cerros.
Mientras Felipe realizaba registro fotográfico, yo registraba el sonido del lugar, material que nos servirá para reflexionar posteriormente con la comunidad.
Al siguiente día visitamos sectores rurales de Quilleco y conocimos el límite de Quilleco con Santa Bárbara, allí la frontera entre un pueblo y otro es el Duqueco, un río mucho más grande que el río Quilleco, ambos se conectan cerca del Retobo, localidad rural. En esta ocasión el chofer de la municipalidad nos contó historias de su infancia, su relación con los ríos, conocimientos campesinos y lo mucho que amaba el campo y trabajar en él.