BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Amplificando caudales Quilleco, Biobío - 2018 Residente: Carolina Opazo
Publicado: 27 de diciembre de 2018
La huerta de mi amigo

Cuando recién llegué a Quilleco conocí a Miguel, que me llevó con su familia a conocer el Retobo, el lugar donde había crecido cercano a la junta del río Quilleco y Duqueco. Cuando regresamos de este paseo pasamos a la casa de su papá a almorzar, un señor muy particular, un poco refunfuñón, pero muy cariñoso, Don Pedro, un ex cocinero navegante. En esa oportunidad me dijo que lo volviera a visitar, pero como todavía no identificaba bien el pueblo, olvidé donde estaba ubicada su casa, y así pasé casi todo el transcurso de residencia sin verlo, hasta que hace unos días Christian, del Colectivo Sin Nombre, que vive en la Calle Los Perros, me llevó a su casa para compartir una conversación, en tanto aproveché la instancia para indagar sobre la calle, y comenzó a hablarme sobre sus vecinos. Estábamos en el patio de su casa y me dice que el vecino que vivía al frente había llegado hace poco a Quilleco, y que venía del campo, me di la vuelta e identifiqué inmediatamente a Don Pedro regando su jardín, de inmediato le fui a hablar, se acordaba de mí, él esperaba que fuera a visitarlo, me hizo sentir un poco ingrata, porque además no lo reconocí una vez que me saludó desde su camioneta cuando yo estaba en un paradero. En fin.

Hoy fui especialmente a visitarlo en la tarde, toqué el timbre y al rato salió, estaba durmiendo la siesta en un espacio abierto techado de su casa, estaba muy contento de verme, me invitó a un helado, conversamos sobre política, él es muy crítico y comparto su disgusto con la situación política de Chile. Terminé el helado y nos fuimos nuevamente a recorrer la huerta, a ver a las gallinas y los patos. Luego regresamos, hablamos sobre el proyecto que estoy desarrollando, la acción catutera que se realizará en su casa, y se ofreció para apoyarme en lo que quiera, además para preparar aderezos para el catuto en su casa, ya que tiene una piedra fuente gigante para el pico ardiendo. Me dijo sí, que no le gusta cocinar de forma colectiva, pero que si participará en el momento del encuentro. Es divertido porque es muy tierno, pero al mismo tiempo dice ser un poco mañoso. Antes de irme me regaló unas lechugas y especias.

Hasta el momento, ya cuento para la acción con don Pedro, doña Felisa, doña Otilia y su hija, además de Felipe Bascur del colectivo Sin Nombre, todos ellos viven en la calle Eusebio Lillo. Falta realizar invitaciones personalizadas al resto de vecinos puerta a puerta.

 

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