Ya estamos en Santiago. Cada uno está pensando en qué proyectos comenzar, Eric tiene trabajo, Diego va a tomarse unas vacaciones y Juan va a viajar por unos meses. Cada uno irá masticando de manera distinta lo que fueron estos 113 días de residencia en la Toma Violeta Parra.
Conversamos antes de separarnos y lo que queda claro es que esta experiencia es transformadora. No solo por lo vivido, sino por lo que se aprendió, por lo que viene y por lo que queda ahí en el territorio. Sobre todo la relación con los vecinos, quienes de a poco fueron entregando confianza. Fueron participando de las actividades y entregaron compromiso y creatividad usando la fotografía como herramienta.
Es importante el hecho de haber estado en un territorio vulnerable porque significa dar un valor político y social al arte. Nosotros no fuimos a entregar ayuda a la Toma, tampoco a hacer lo que las personas quisieran. Fuimos construyendo en conjunto las fórmulas para habitar un espacio que necesitaba aire, necesitaba cultura.
Esperamos que esa cultura siga viva, que las conexiones y vínculos entre los vecinos sigan presente ya que, en el desarrollo de la residencia, fueron dándose relaciones muy sinceras y proactivas. Unir a los dos lados de la toma está complicado, sin embargo varios fueron los vecinos que cruzaron después de años y niños conocieron por primera vez su espacio contiguo.
Lo que viene ahora es seguir descubriendo cómo fue la experiencia, seguir pensando lo que vivimos y bajar de a poquito de la Alturas Tomadas.