BitácoraResidencias de arte colaborativo

Residencia: Historias hiladas El Salto - Pichidegua, O'Higgins - 2018 Residente: Colectivo Las Niñas
Publicado: 4 de enero de 2019
Bordado colectivo

Esta tarde nos reunimos para realizar las representaciones de campesinos y avanzar en el bordado. Gladys, Julia y Bernardita aportaron con vestimentas representativas para los retratos,  los que serían personificados por Gladys y Parrita, este último es un huaso conocido del sector, que aún usa ojotas y viste de forma muy particular. Lamentablemente no lo pudimos ubicar, a cambio fuimos en busca de Luis, quien accedió a participar de la toma fotográfica. Luis es hermano de Flora,  trabajó desde pequeño en el fundo y también estudió en la Escuela del Salto antes de que llegara Victoria como directora, recuerda que su profesora se llamaba Locha. Con humor nos cuenta que ya no usa ojotas, que las usó cuando era pobre pero que eso ya quedó en el pasado.

Al terminar con los retratos, continuamos con el bordado. Nos sentamos en el patio de la escuela a trabajar, solo éramos mujeres las que estábamos ahí, entre hilada e hilada la conversación se fue dando hasta llegar al punto de las diferencias que nos marcan como mujeres. Comentaban que si bien con el tiempo los hombres han cambiado, el machismo aún persiste, sus parejas muchas veces se molestan por la participación de ellas en organizaciones o talleres que las alejan del hogar. Aunque comentan que antes era peor: “antes los hombres les pegaban a las mujeres y eso no era mal visto y ahora sí”.  Entre recuerdos salen algunas frases como  “bueno y sano era un pan de dios, pero curado se transformaba en el diablo”.  Volvimos a abordar el tema del rol de las mujeres en el fundo, como lo habían mencionado anteriormente no trabajaban en la faena agrícola pero si en las labores domésticas para los patrones. Dos de ellas cuentan cómo las sacaron del colegio para trabajar con la familia del patrón, dejando incluso el campo, se iban de empleadas puertas adentro a la ciudad con tan solo 13 o 14 años, “pedían que fuéramos chicas para poder entretener a los niños, jugar a la pelota y todas esas cosas que las mujeres mayores no harían con las mismas ganas, yo no entendía por qué tenía que trabajar si yo tenía la misma edad de los niños que me tocaba cuidar, yo era igual que ellos”.

Juntarnos en la escuela a hilar recuerdos del pasado se ha convertido en una especie de catarsis,   un retorno a un punto de partida que en algunos casos se vio interrumpido.

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