Ya estamos más o menos estables con el equipo: Somos nosotras, Francisco Sandoval, Jessica, Cynthia, Camila y Justín, de los cuales Francisco, Jessica y Camila son artistas (la Jess tatúa y Camila es profesora). Esto sumado a algunas mujeres que no han podido participar pero que se han manifestado de una forma u otra, como María Inés y Ester. Cada une está trabajando en diferentes sectores con temas diversos, muy en relación a lo conversado y a la pertinencia del mapa. Francisco trabajó dibujando unas torres de alta tensión y Camila tomó el sector del centro ceremonial mapuche y el jamaica park, y se dedicó a trabajar en el fondo para luego pensar con calma una propuesta sobre ese sector. Nos dimos cuenta que Cynthia tiene buena letra así es que comenzó a escribir los nombres de las calles. Además dibujó varias personas y algunas micros por el sector de San Francisco que es donde ella vive. Jessica por otra parte, se atrevió a pintar el cerro Navia, ya que comentó, lo conocía completo y de memoria. Luego de unos talleres volvió María Ines, madre de Cynthia, quien dibujó las ollas comunes, y además recordó la idea de que les participantes del taller se debían representar a elles mismes, y María Ines se dibujó con su carrito de feria. Todes comenzaron a pensar cómo se debían dibujar así mismes. Nosotras continuamos conociendo Cerro Navia a través de los ojos y pinceles de este naciente equipo.
Nos pusimos de acuerdo en lo que diría a un costado el mural. Fue relativamente fácil ya que el concepto del mural estuvo muy claro desde un principio. Lo que queríamos destacar de Cerro Navia son quienes viven ahí y sus historias de esfuerzo. Finalmente quedó así: “Esta obra es un reconocimiento a vecinos y vecinas quienes como madres, cuidadoras, pobladores, artistas, trabajadoras y trabajadores, construyen cotidianamente el patrimonio de Cerro Navia. Fue hecha colaborativamente en el taller de pintura en cerámica en la Casa escuela Violeta Parra entre noviembre del 2018 y marzo del 2019”.
Hay un buen ambiente en el taller en general. Las conversaciones son diversas y muchas veces nos encontramos compartiendo un cómodo silencio, a diferencia del taller de niñes que suele ser más caótico. En el taller de la casa escuela siempre agradecen el espacio de tranquilidad que se da mientras estamos todes trabajando.
Nos hemos quedado varias veces hasta más tarde, hasta las 14 o 15 hrs. y por lo general se queda con nosotras trabajando Francisco y alguien más. El otro día se quedaron con nosotras Ester, una mujer que no había podido asistir pero que se había excusado a través del celular, y Priscila, una amiga de Francisco que se sumó hace poco. Varias veces hemos compartido una pizza del local de la esquina que hasta ahora no nos ha fallado en calidad ni en precio. Priscila se demoró en atreverse a pintar. Cuando le propusimos que se encargara de las letras accedió con gusto. Priscila resultó ser muy pulcra y las letras le quedaron perfectas. Las ganas de ayudar o participar suelen ser más importantes que saber pintar; siempre hay algo que hacer que no sólo involucra creación.