Llamamos donde don Edgardo a medio día para ir a revisar las maderas y ver cómo iba con el encargo que le hicimos de armar los witral para la articulación de la comunidad de tejedoras. En esta ocasión probamos un diseño nuevo, un witralportátil y que tiene 4 distintos largos para ser armado (según el largo de lo que se quiere hacer). Este pichi witral, al igual que la bitácora, son nuestras armas y herramientas de escritura. Elementos con los cuales nos preguntaremos sobre nuestra memoria, sobre nuestro territorio, nuestro presente y nuestro pasado. Con una lluvia ruidosa de fondo, nos acercamos empapadxs al taller de don Edgardo. Desde sus ventanas se ve el cerro de aserrín, naranjo, encendido, como si tuviera fiebre. Rojo vivo como esa misma fiebre roja por el raulí, que tiene ahora pulverizados millones de virutas que revolotean por la cordillera cuando el puelche sale a soplar.
Conversamos sobre los ngerewey otras piezas que necesitaríamos tener a mano para facilitar el proceso de intercambio de conocimientos respecto al witral. Pedazos de madera auxiliares, cordones, tuercas, y todo elemento necesario para que el marco, la ventana que será el telar, pueda estar firme, asegurada y dispuesta para entablar una relación con la tejedora que se conectará con este: un marco que nos permitirá entablar una conexión con un saber y un hacer mapuche que ha quedado olvidado. Sin embargo, recordamos a nuestras abuelas y nuestras mayores tejiendo.
Caminamos por el cerro de aserrín, nos detuvimos en una poza para intentar escuchar el sonido del agua tocando la blanda superficie húmeda naranja del aserrín.
Durante nuestro recorrido fuimos grabando sonidos, moviéndonos en medida que se grababa, quedándonos quietos y articulando lecturas sonoras de situaciones, materialidades, prácticas y sentires. Ha sido una experimentación que nos ha planteado nuevos caminos dentro de nuestros lenguajes de trabajo, pues precisamente el sonido, como onda expansiva, no deja superficie sin ser tocada por su vector contagioso. El sonido y su relación material nos tienen fascinadxs en tanto hemos sido capaces de entablar diálogo con las ondas de sonido mediante artefactos de escucha.
En ese sentido, la escucha de la voz, pero también la escucha de aquello no-humano, se convierte en un asunto político enredado entre recepción-reproducción-edición. Por eso hemos comenzado una especie de bitácora sonora, donde buscamos experimentar con los registros sonoros del territorio, así como relatos y ejercicios de escucha humana que podamos articular desde el respeto y la confianza junto a nuestra comunidad de tejedoras.