El día martes pasado, caminaba por las calles de Curanilahue con un grato ambiente primaveral. Desde lejos, vi que la plaza estaba llena de personas. Tuve que internarme en la multitud para entender lo que decía la voz femenina que salía de un pequeño parlante, y que se perdía en el ambiente. Era una protesta contra la disminución de cupos del Programa ProEmpleos, en la provincia de Arauco. Aquí me enteré que desde comienzos de este mes, se han desarrollado manifestaciones por este tema, que incluso han llegado a la capital regional. Hoy, leyendo la prensa, me doy cuenta de que en algún momento, la entrada a Curanilahue estuvo bloqueada y de que, entre los trabajadores y el Gobierno, se llegó a un acuerdo.
Si ya había bastante actividad en la plaza por la protesta, con el inicio del desfile de carros alegóricos escolares por la avenida, la sensación de movimiento fue absoluta, aunque la segunda actividad aceleró la finalización de la primera.
Mi caminata continuó. El río apareció, desapareció y volvió a aparecer. En la visita en julio, esto me desorientó bastante, sumando que el trazado de Curanilahue posee un carácter “irregular” —ya hablaremos de esto, más adelante—.
Hoy me reuní con Valeria —Sole, como me pidió que le llamara— encargada de Cultura del Municipio. Conversamos sobre la residencia —a modo general—, y sobre todas las actividades que vienen de aquí a fin de año en el Departamento. Con entusiasmo me comenta sobre la pronta inauguración del Centro Cultural —gran infraestructura que apareció en el camino hacia el Municipio—. “¡Bienvenida a Chue!”, me comentó su compañero. Ya me había preguntado porque la página web del municipio llevaba ese nombre, aquí me aclararon que simplemente es la abreviación de Curanilahue.
Estos primeros tres días han pasado rápido, entre la adaptación al nuevo hogar y los detalles domésticos, la curiosidad por el nuevo hábitat, lecturas, caminatas y espontáneas conversaciones. También han comenzado temprano, por las sirenas.