Dos veces en menos de una semana me encontré de frente con la idea de cambiar paradigmas. La primera vez fue en una conversación en el marco de la intervención del colectivo Artehaga, en el espacio público de Curanilahue, y la segunda vez, en una conversación con el Director del Liceo Mariano Latorre. La primera, referida a la relación que tenemos como seres humanos con nuestro entorno natural, un cuestionamiento a la acción de entenderla como una existencia a disposición para nuestra satisfacción. La segunda, se relacionó con el carácter tradicional de nuestra educación, su verticalidad que tanto tiempo lleva “funcionando”, en establecimientos que en pocas instancias se involucran de manera efectiva con sus comunidades.
Me pregunto cómo se inserta esta residencia en un contexto en que sus actores plantean la urgencia de cambiar paradigmas.
Entiendo habitar, como la acción por parte del ser humano de reconocer el territorio físico donde reside y sus características, como parte fundamental de su identidad, otorgándole sentido a los elementos que le rodean, compenetrándose con este, y más allá de desarrollar habilidades y conocimientos, entiendo la educación como un proceso donde sus protagonistas, interactúan en la búsqueda de un desarrollo integral.
Lo que entiendo se pone en jaque cuando en las realidades en que me inserto, elementos que se reconocen como identitarios, son transformados, transgredidos, desaparecen, o cuando en las salas de clases abunda la memorización para la aprobación, y se ausenta el cuestionamiento, el verdadero entendimiento de nosotros mismos, de nuestro entorno y de todos los ámbitos que confluyen en el desarrollo de un ser humano.
Si la cobertura de derechos esenciales encuentra satisfacción tanto en el habitarcomo en la educación, ¿cómo no va a hacer falta, detenerse y preguntarse en torno al cómo venimos haciendo las cosas? Sabemos que hay diversas iniciativas que se desarrollan desde las políticas públicas, pero me sumo a la idea del carácter urgente de cuestionar los modelos que venimos replicando, a la urgencia de desafiarlos y mejorarlos, junto a quienes los protagonizan. Y no es que esta sea una residencia que busque confrontaciones, pero mientras existan personas que declaren que les tomó llegar a la adultez para darse cuenta de que los bosques que les rodean no son naturalmente simétricos y ordenados, el tipo de instancias de reflexión crítica que esta residencia busca generar, encontrará espacios.