Después del fin de semana largo, volvimos a encontrarnos con las y los jóvenes de la Escuela artística. El día martes, retomamos la cartografía. Continuamos identificando lugares significativos, a partir de los cuales nacieron percepciones sobre el territorio e historias familiares —siempre ligadas a la minería—, las cuales abrieron un espacio para hablar sobre identidad y otros temas.
Tomar la iniciativa cuando se está frente a una instancia desconocida, con temas que quizá en pocas ocasiones encuentran espacios, cuesta, aflora la timidez y la inseguridad. A pesar de esto, yo percibo que los chiquillos y chiquillas tienen mucho que decir.
Hoy viernes, me encontré con Cristian, Krishna, Kathy, Cata, Belén y Mati, los demás tenían salida a terreno en la asignatura de biología. Krishname preguntó, “¿qué vamos a hacer hoy?”,yo le respondí con la misma pregunta.
Como las formas y colores, son parte de su saber, la idea de hoy fue experimentar, mezclándolas con música, para acercarnos al audiovisual. Sin ideas preestablecidas y tomando los antiguos proyectores —invisibilizados por su estático cotidiano—, proyectamos figuras flotantes, que tomaron diversos significados, de acuerdo a la emoción que nos entregaban las melodías. Esto, abrió un posterior espacio para conversar sobre lo que nos transmiten los colores.
El de hoy fue un espacio mas íntimo, en comparación a los que se habían dado en los días anteriores, lo que hizo que se rompiera un poquito más el hielo.
El espacio de hoy también se convirtió en una instancia que me dejó con la percepción de que la línea entre, traspaso de conocimiento —verticalidad—y trabajo colaborativo, puede volverse muy delgada, especialmente en un contexto educativo donde, como dijo Mati, “Estamos acostumbrado a que nos digan qué hacer”. Después de esa declaración, menciono con mas fuerza, la urgencia del cambio de paradigma en el ámbito educacional del que hablé en unas entradas anteriores, porque en un sistema educativo que débilmente fomenta la autonomía, hablamos también, de un sistema que no fomenta la libertad.
Quizá con ese pensamiento, es que acepté la invitación a exponer el proyecto de la Residencia ante el Consejo de profesores, que se realiza a comienzo del mes, con el objetivo de compartir sobre la metodología colaborativa. En esta instancia, mi relato se ligó con el proyecto de Aulas temáticas, a implementarse a partir del próximo año.
Como en muchas personas los cambios generan incertidumbres, pareciera que no a todos los miembros de la comunidad educativa les convence el proyecto, pero, de todos modos, siempre hay quienes están dispuestos a intentar transformaciones con el fin de hacer las clases más activas, lúdicas, y así, más efectivas. Aquí, el concepto de colaborativo juega un rol importante, pues más allá de la transformación de hábitos, la transformación de metodologías cuestiona dos elementos, la relación entre estudiante y profesor/a —que de cierta manera pone en juego la vocación—; y el carácter vertical del traspaso de conocimientos, hacia su búsqueda mediante la horizontalidad —que, para algunos, cuestiona lo que se entiende por respeto—. Un cambio de paradigma resumiendo, que quizá, a algunos asusta.