Todo parece en calma y se ha notado un particular silencio en la comunidad. Hoy a la sede vecinal no ha llegado nadie a visitarnos ni ha participar con nosotros. Nos llama la atención, pero luego pensamos en que tal vez están preparando algo, pues vemos algunas cosas como vasos y comidas para picar en la sala continua a la que nosotros utilizamos. Entonces deducimos que nos están preparando algo para despedirnos. Al menos en ese momento, eso creemos. Sin embargo, continuamos trabajando sin darle mayor importancia.
A la tarde, aproximadamente 7pm, llega la familia Lobos en camioneta y preguntan por Jessica –presidenta de la junta de vecinos-. Comienzan a bajar una parrilla y comida que tenían en distintos recipientes. Llega Jessica y abre la sala continua a la que nosotros usamos, y comienzan a sacar mesas y bancas, las cuales colocan en el patio del ex colegio. Guardan los recipientes de comida en aquella sala, intentando que no lo viéramos. Pronto se nos acerca Jessica y nos pregunta “¿ya se dieron cuenta?, intentamos de que no vieran nada y que fuera sorpresa!”, a lo cual nosotros respondimos que algo habíamos intuido, pero que no sabíamos a ciencia cierta qué pasaba, pero que no se preocupara, que pondríamos cara de sorpresa para no arruinarla.
Luego de un rato, comenzamos a guardar las pinturas y distintos artículos para dejar más ordenada la sala y el patio. Mientras posicionaban la parrilla y las mesas. Comenzamos a ordenar también para nuestra despedida, pero nos retaban porque ahora nosotros éramos los celebrados.
Comienzan a llegar más y más vecinos, hijos, padres, abuelos, tíos, hermanos, primos.
El patio de la sede comienza a llenarse cada vez más de la comunidad y las conversaciones y risas comienzan a abundar. El sonido del silencio que se sintió temprano ha cambiado completamente al llegar la tarde.
Nos llegan comentarios gratos sobre los murales y sobre las imágenes que aparecen allí, sobre la imagen de Margarita hija con su tío, sobre el ex Colegio San Elías, sobre las camisetas del clásico futbolero entre el Colegio San Elías versus Los Maquis, sobre la polinización de las sandías y así. De esto, se desprenden más historias, por ejemplo sobre la profesora Digna, de la cual mencionan era muy estricta y de mal carácter, si algo no le parecía un botazo era suficiente para adoctrinar.
Nos pide Jessica que todos nos acerquemos a la mesa, toma el micrófono y nos regala unas palabras para nuestro grupo de residencia, a lo que luego otros vecinos también se suman para agradecernos y felicitarnos por el trabajo, nos dicen que nos extrañarán y que esperan vernos pronto. Nosotros también aprovechamos de sumarnos, y al igual que ellos, les agradecimos por abrirnos sus corazones, por abrirse a compartir, por confiar, por apreciarnos, por recibirnos en sus hogares y por colaborar con el arte como excusa. Aplausos y las caras reflejan gratitud.
Pasadas unas horas, el patio se ha llenado de vecinos, algunos sentados alrededor de la mesa, otros en algunas bancas más allá, otros de pie al lado del fuego y la parrilla, otros solo a un costado de todo conversando y fumando uno que otro cigarrito. Salen entonces los anticuchos calentitos y son repartidos entre todos. De pronto se escucha “¡Una foto!” y comenzamos entre todos a escoger el mural que sería el perfecto para retratarla. Una vez posicionados, al puro estilo equipo de fútbol, es entonces que los disparos de la cámara dejan grabado el momento. Algunos corren para verse en la foto y ver cómo aparecieron.
Y así se nos va yendo la noche, entre comida, bebidas y conversaciones. Entre recuerdos, anécdotas, bromas y risas.
Disfrutamos todos de esta noche fresca, la cual caminó a paso veloz, pues de pronto ya eran las 2 a.m. y ya cansados del día, nos comenzamos a despedir. Abrazos, palabras de cariño y de inmensa gratitud es lo que nos han dejado en este adiós, y queda profundamente guardado en nosotros.